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Citius, Altius, Fortius - El Espíritu Olímpico.

Revisa la columna de Cecilia Lagos sobre el espíritu olímpico.

Cecilia Lagos

Jueves 2 de agosto de 2012

Todo lo que la miseria humana es capaz de provocar a causa del egoismo, la inseguridad, la ambición distorsionada, el miedo, y la envidia, el deporte es capaz de suavizarlo, arreglarlo, sanarlo.

Por algo existe la famosa frase "El Deporte Une". Y es un agrado, un real alivio para el corazón y el espíritu poder presenciar esta unión y pacificación producidas por los Juegos Olímpicos esta vez en versión Londres 2012.

Incluso el fútbol, que siempre enciende los instintos más básicos y también oscuros del ser humano, parece jugarse de manera más amable cuando está ejecutado en el entorno olímpico.

A casi una semana del comienzo oficial de las competencias en Londres 2012 hemos visto fraternales escenas, de ganadores a perdedores, donde la mano extendida, el abrazo fraterno de algún oponente consuela a quien dio todo, pero no pudo obtener el oro. Y a su vez, también hemos visto -especialmente en la Natación- la hidalguía de aquellos que, habiendo perdido la competencia con exigencia de su cuerpo al máximo, saludan con toda naturalidad al ganador en un apretón de manos que incluye también alguna conversación y repaso de lo que acaban de vivir.

Excepciones hay, por supuesto, como las cuatro parejas asiáticas descalificadas y expulsadas de los juegos por buscar perder de adrede para tener un mejor cruce en la siguiente fase clasificatoria. O el berrinche de la esgrimista coreana que no aceptaba su derrota y no halló nada mejor que interrumpir y atrasar todo el resto de la competencia.

Pero afortunadamente sólo son islas en un evento donde el espíritu colaborativo y sanamente competitivo donde sobretodo el saber ganar se hace más importante aún, con ejemplos realmente honorables como el del ciclista británico Bradley Wiggins quien, tras ganar el oro en la prueba contrarreloj de la especialidad, no celebró su victoria hasta que el suizo Fabian Cancellara, quien era el campeón olímpico hasta ese día, cruzó la meta.

 

Finalmente, lo que tanto nos atrae de estos Juegos Olímpicos, sin duda, es ver cómo personas que nacen igual que todos nosotros, deciden romper los límites impuestos por su condición física humana, atreviéndose a seguir su espíritu y logrando proezas que a los mortales comunes, de sillón y control remoto, nos parecen imposibles y por lo mismo nos causan fascinación, nos deslumbran.

Que sirva para recordarnos que el corazón va por delante y que sólo así el cuerpo  lo sigue para llegar más rápido, más alto y más fuerte.