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La historia del chileno que da vida en Uganda

Einer Rubilar trabaja arduamente desde 2005 para entregar algo tan vital como es el agua potable. A la fecha más de 110 mil personas se han visto beneficiadas gracias a su acción.

Cristobal Bahamondes

Viernes 7 de octubre de 2016

Sin acceso a agua limpia vive 31% de los 38 millones de habitantes que tiene Uganda. Una nación ubicada en la zona centro-oriental del continente negro con una economía basada en la agricultura.

Uganda, al contrario de sus vecinos, posee escasos recursos mineros, pero cuenta con valles extraordinariamente fértiles de café y té, gracias a las vertientes del Río Nilo. Es en torno a éstas zonas que habitan 12 millones de personas de forma rural.

Alrededor del 65% de ellos subsiste con menos de dos dólares al día y solo el 8% de los ugandeses poseen un empleo formal.

Este estado africano, lamentablemente conocido por la atroz dictadura de IdiAmin Dada entre 1971 y 1979 (que inspiró la película “El Último Rey de Escocia”) y que está ahora al mando del presidente Yoweri Museveni desde hace 30 años, no ha podido resolver uno de sus principales problemas: el acceso al agua potable.

La ausencia del vital líquido en condiciones aptas para consumir genera más pobreza;  una realidad que actualmente un chileno intenta cambiar.

 

LA AVENTURA DE EINER

En búsqueda del amor el chileno Einer Rubilar de 48 años aterrizó en Estados Unidos, país donde está radicado hace 14 años.

Durante su infancia en Mariquina -Valdivia- soñaba con conocer África, una aventura que postergó por varios años. Pero ya instalado en EE.UU. decidió concretar esa meta y ahorró el dinero necesario para emprender el vuelo.

El 2005 viajó a África ¿El destino? Kampala, capital de Uganda. Por una temporada, fue voluntario de una ONG que ayudaba a las familias más desfavorecidas del lugar. Allí patentó las infinitas carencias que sortean a diario los ugandeses.

“Fui testigo de los niños hambrientos y pidiendo ayuda. Los padres con una mirada de desesperanza, ellos también sabían que su propio futuro y el futuro de sus hijos era desconocido”, rememora Einer.

La experiencia sirvió para que Einer diagnosticara el grave problema que existe en en torno al agua potable. Si bien su uso es la base para la dignidad, en Uganda es un privilegio. El acceso limitado, sobre todo para las zonas rurales; genera, prolonga y mantiene un ciclo de pobreza.

Las familias recorren kilómetros buscando agua, la cual extraen con recipientes sucios de zonas contaminadas: basurales o ríos donde bebe el ganado. Luego deforestan los pocos árboles disponibles para hervirla.

Aun así su consumo genera  la muerte de miles de personas por infecciones como el cólera y el bajo rendimiento escolar debido al contagio de enfermedades.

El problema ha sido ampliamente identificado por varias ONGs con presencia en el país africano, que construyen -entre otros servicios- pozos de agua potable.

En su paso por el país, Einer aprendió la construcción de estos pozos, pero con muchos  cuestionamientos y experiencia a cuestas debió regresar Estados Unidos, aunque no por mucho tiempo.

EL PROYECTO: LOS POZOS, UNA OPORTUNIDAD PARA COMENZAR DE NUEVO

Lo primero en lo que Einer se fijó fue en la posibilidad de perfeccionar el proceso de construcción de los pozos. Las herramientas de fabricación, por ejemplo, no eran sustentables y no existía una adecuada educación hacia las comunidades, respecto de cómo cuidar este sistema.

La innovación rondaba la cabeza del chileno, pero antes debía ahorrar dinero para volver a pisar suelo africano. Enlistándose hasta en tres trabajos a la vez pudo recaudar lo suficiente para liderar su propia travesía.

Una vez allí, acudió a las amistades que forjó en su primer paso por tierras africanas y armó un equipo de trabajo. Su objetivo era claro: volver para construir pozos de agua potable 100% sustentables.

 

Uganda al estar cerca de la línea de Ecuador posee dos estaciones de lluvia por semestre, diluvios que ayudan a crear pozos inmediatamente. Cualquier lugar parece el adecuado.

Pero el equipo de Einer comenzó a realizar la construcción de los pozos en estación seca. Lo  que permite encontrar napas subterráneas con agua permanente.

LA IMPLEMENTACIÓN

Junto a su equipo Einer evalúa la localización de los pozos cuidadosamente para obtener el mayor beneficio. Antes de montar uno se deben cumplir dos condiciones:

Primero, la comunidad debe aceptar el desarrollo del proyecto. Y luego, debe pagar una pequeña fracción del costo, lo suficientemente significativo para que se genere un sentimiento de pertenencia sobre la obra.

El método “asegura que los pueblos se ocuparán de lo construido y se harán responsables de su cuidado”, afirma Einer.

Así la fabricación se lleva a cabo por personal local y voluntario. Para aprovechar el tiempo  y aumentar su eficiencia el equipo de trabajo se divide en tres. Excavadores del hoyo, instaladores del puente mecánico y bomba y, por último, quienes cierran la obra con cemento.

 

Además, en cada comunidad se crea un comité encargado de administrar los pozos. En caso de alguna falla, pueden acudir a un mecánico ugandés validado por equipo de Einer.

“La gente del pueblo ahora tiene esperanzas con el agua limpia. Antes bebían del mismo río que los animales con agua llena de bacterias”, señala Einer.

Agrega, que “esto no es la solución al problema, pero es un buen comienzo. Cada día que pasa la gente me agradece abrazándome (…)Además como estaban deseosos de aprender a cuidar de los pozos, empecé a realizar pequeñas clases de educación sobre la importancia de mantener el agua limpia y la preservación de la tierra”.

A la fecha, Einer Rubilar ha construido 85 pozos de agua potable, beneficiando a 110 mil personas de las comunidades más desfavorecidas del país africano.

 

EL SUEÑO NO PARA

Gracias al proyecto del chileno, ahora los niños pueden ir a la escuela en lugar de transportar agua. Las enfermedades relacionadas con el saneamiento también se han reducido. Existe una baja en la tasa de mortalidad y los esfuerzos de las comunidades se dedican a la crianza de ganado y desarrollo de la agricultura.

Pero, este chileno va por más…

Lo que empezó como un sueño personal, ahora es un trabajo colectivo. En el 2015, fundó una ONG sin fines de lucro, llamada “Begin Anew” (Comenzar de nuevo), en New Jersey, Estados Unidos.

La organización tiene una ambiciosa meta: construir y mantener 5.000 pozos de agua, lo que beneficiaría, según sus proyecciones, a 5.000.000 de personas en las zonas rurales de Uganda.

“No nos limitamos solamente a construir estos pozos y los olvidamos. Nosotros hacemos seguimiento, mantenimiento y nos aseguramos de que el agua siga fluyendo a estas comunidades”, asegura Einer.

 

También, destaca que en el proceso de inserción a los pueblos aprovechan implementar programas de educación, de reforestación, y la formación de agricultura sostenibles.

Claro, porque lo que empezó con el agua, ahora se extiende a impulsar el desarrollo y fortalecimiento de las áreas alimenticias y educativas. Aunque, Einer confiesa que “los costos de nuestro objetivo están por encima de nuestras posibilidades”.

 

Asimismo, se sincera que no desea ser un salvador, pero sí quiere dejar un legado. “No estoy buscando resolver todos los problemas en Uganda. Mi objetivo es ofrecer esperanza y la promesa de un futuro a través de agua limpia, el mantenimiento de su suministro de alimentos y educarlos sobre la importancia del mañana”.

Reconoce que los próximos viajes a esta nación no sólo llega a un destino conocido sino a uno que significa mucho para él.

“Tengo un propósito, una misión: ayudar a reducir el número de niños que van a morir de hambre, o han muerto a causa de las enfermedades en su suministro de agua. Mañana y el futuro es ahora una realidad”, finaliza Einer.

 

Si quieres conocer o apoyar el proyecto de Einer estas son las redes sociales de la fundación “Begin Anew”