Ni los más cercanos a Nicolás Maduro esperaban verlo convertido en Presidente de Venezuela algún día. Sus actividades nunca fueron precisamente encaminadas a convertirse en un líder y hacer carrera política. Al menos hasta que Chávez se cruzó en su vida.
Antes de eso, Maduro fue un joven despreocupado, que nunca terminó sus estudios de bachilletaro. Algunos compañeros de juventud le definen como “un niño bien”. Maduro se dedicaba al rock. Tocaba el bajo o la guitarra, no muy bien, en el grupo Enigma, pero “no se tomaba nada enserio y nunca llegaba a la hora”, recuerda un ex compañero de la secundaria de Maduro en un artículo publicado en el diario Las Últimas Noticias, de Venezuela.
Maduro, además de la música, jugaba al béisbol y trabajó como guardaespaldas y chofer en el Metrobus de Caracas a principios de los noventa. La misma publicación venezolana recuerda que, llegando a los treinta, se convirtió en dirigente sindical y en poco tiempo llegó a ser presidente del sindicato del Metro de Caracas.
Aunque no parece haber sido muy estimado por sus compañeros, quienes aseguran al diario que por sus padecimientos de asma y alergia, sigue siendo el chofer con más accidentes y ausencias del Metro de Caracas.
Su carrera política comenzó tras forjar su amistad con Chávez, allá por 1992, cuando el fallecido presidente estaba encerrado en la prisión de San Francisco de Yare tras su intento golpista. Cilia Flores, ahora Procuradora General de Venezuela y esposa de Maduro, lideró la campaña para lograr el indulto al militar. Su fidelidad se vio recompensada siendo nombrado por el propio Chávez como su sucesor. Ahora Maduro, el “hijo de Chávez”, espera poder continuar el legado de su maestro.