De pie a sólo cientos de metros de quien fuera su jefe durante una década, el abogado Michael Cohen desgranó ante los presentes en un tribunal de Manhattan los detalles de su trabajo para Donald Trump, un hombre por quien una vez estuvo dispuesto a recibir una bala.
"Lo único que tenía en mente era cumplir la tarea, hacerle feliz [a Trump]", dijo Cohen este lunes durante el juicio que se sigue en Nueva York contra el expresidente.
Trump se declaró inocente de los cargos de falsificación de registros comerciales relacionados con un pago que Cohen afirma haber hecho a Stormy Daniels para que la estrella de cine para adultos se mantuviera en silencio sobre un supuesto encuentro sexual con el exmandatario.
Días antes del testimonio de Cohen, Trump y su exabogado intercambiaron feroces insultos en las redes sociales, pero a lo largo de varias horas este lunes, los examigos ni siquiera se miraron mientras Cohen, tranquilo y sereno, le contaba al tribunal sobre su tumultuoso pasado.
Fue una de las pocas veces que los dos han estado en la misma sala recientemente, desde que Cohen, de 57 años, llegó hace décadas para trabajar para Trump, de 77 años.
Abogado sin quererlo
Hijo de un sobreviviente del Holocausto de Long Island, Cohen nunca quiso ser abogado y dijo que su abuela lo presionó para que lo fuera.
Pero después de estudiar derecho en la universidad, Cohen se encontró trabajando en una firma especializada en lesiones personales, donde realizó algunos trabajos "legales" y "no legales" para Trump, testificó.
En 2007, Cohen decidió aceptar un trabajo como fiscal especial de Trump, un puesto con un salario base de US$375.000 anuales.
Era un trabajo codiciado por Cohen, que permanecería en él durante 10 años.
Trump envió personal a empacar su antigua oficina y le dio el despacho de su hija Ivanka en el piso 26 de la Torre Trump, no lejos del jefe, dijo Cohen.
Finalmente se mudó a una oficina aún más cercana a Trump, a quien llamó "el Jefe".
Fue "una experiencia increíble en muchos, muchos sentidos", señaló Cohen, que calificó a la Organización Trump como una "gran familia".
Informaba directamente a Trump sobre "todo lo que le preocupaba, lo que quería", explicó Cohen, que definió a su expatrón como un jefe controlador.
"Todo requería la aprobación del señor Trump", precisó.
Al mismo tiempo, Trump fue cuidadoso para no dejar rastros documentales, indicó Cohen.
El fundador de la Organización Trump nunca tuvo una dirección de correo electrónico y le dijo a Cohen que "los correos electrónicos son como documentos escritos".
"Hay demasiadas personas que han caído como resultado directo de tener correos electrónicos que los fiscales pueden usar en un caso", contó Cohen que Trump le dijo en una ocasión.
Al principio, el trabajo de Cohen implicaba negociar facturas de proveedores que Trump no consideraba razonables, declaró.
Cuando lo hacía bien, Trump se lo hacía saber. Eso le hacía sentir a Cohen como si estuviera "en la cima del mundo", admitió ante el tribunal.
Prácticas poco éticas
Pero trabajar para Trump a veces requería prácticas poco éticas, afirmó Cohen. Cuando los fiscales le preguntaron si era capaz de mentir en nombre de Trump, Cohen dijo que sí.
A veces esto era necesario para "resolver la tarea", indicó.
Después de que Trump anunciara su candidatura a la presidencia en 2015, el papel de Cohen se amplió para incluir otras prácticas escandalosas: facilitar estrategias de catch-and-kill ("captura y muerte", una técnica que se refiere a impedir que la prensa publique ciertas historias que pueden ser dañinas para una tercera persona).
En este caso, significaba comprar historias de mujeres sobre supuestos encuentros sexuales con Trump para asegurarse de que nunca fueran publicadas.
Fue un acuerdo diseñado para aumentar las posibilidades de Trump de ganar las elecciones, testificó Cohen.
El punto era "hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para proteger al señor Trump", reveló Cohen. Pero este plan, y sus mentiras para cubrir a Trump, acabarían por poner a Cohen tras las rejas.
El exintermediario de Trump se declaró culpable de cargos federales en 2018 por mentir al Congreso sobre su participación en los intereses inmobiliarios extranjeros de Trump y por violaciones a las reglas de financiación de campaña relacionadas con el pago de dinero a Stormy Daniels en nombre del expresidente.
Salió de tres años de prisión y arresto domiciliario convertido en un ferviente crítico de Trump y en uno de los principales testigos en su contra.
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