Un turista británico encontró una trágica muerte en una paradisiaca isla griega donde había viajado para practicar salto base.
Jake Simkins, de 41 años, estaba en la isla de Zante para saltar desde un acantilado con un pequeño paracaídas. Tras saltar, una ráfaga de viento empujo a Simkins contra las rocas y la tela de su paracaídas quedó enganchada en los riscos.
El accidente no le causó mayores lesiones y Simkins quedó colgando a unos 70 metros de altura. Como llevaba consigo un teléfono celular, logró llamar a su novia a la que le contó lo que había ocurrido. Esta llamó a un número de emergencias para tratar de conseguir ayuda para él y les pidió que llevaran una cuerda.
Simkins la había pedido y era todo lo que necesitaba. Sus años de entrenamiento en deporte extremo le permitirían –teniendo una cuerda- subir de regreso al tope del acantilado.
Según su novia, él estaba tranquilo e incluso se daba tiempo para hacer bromas esperando que le llevaran la cuerda que necesitaba.
Sin embargo, los bomberos de la isla no llegaban y pasaba tiempo valioso para intentar el rescate.
Un amigo de Simkins insistió a los bomberos que llamaran a un equipo de rescate especializado que existe en París, pero el jefe de los bomberos –dijo el testigo- parecía no querer escucharlos.
Pasaron tres horas de incesantes llamados pidiendo auxilio, incluso del propio Simkins, hasta que ya no pudo sostenerse más y cayó al vacío.
El accidente ocurrió la tarde del viernes. El deportista fue declarado muerto poco antes del anochecer sin que todavía se rescatara su cuerpo.
La familia de Simkins y los testigos del accidente dijeron no entender por qué los equipos de emergencia demoraron tanto en reaccionar.
La novia de Simkins tiene siete meses de embarazo, publica el diario Daily Mail.