Transportados en carros de ganado y recibidos en un complejo en que las condiciones de vida era críticas, en donde quienes tenían la mala suerte de llegar ahí eran recibidos con la frase "El trabajo los hará libres" en el portón.
Esa es una ínfima parte del horror que vivieron millones de prisioneros del régimen nazi. Familias que fueron separadas de sí y sometidas a infrahumanas exigencias, las cuales, en la mayoría de los casos terminaban con muertes trágicas, ejecutadas de manera aún inimaginables.
Lily Vogelman, relata parte del tortuoso periodo que vivió en un campo de concentración polaco: "Se nos obligaba a sacarnos las medias y los calzones, después el sostén. Ahí quedábamos piluchas todas, y entonces teníamos que acercarnos a los hombres que estaban sentados. Y nos hicieron cortarnos todo el vello que teníamos y raparnos la cabeza. Yo creí que me iba a morir, quise que la tierra me tragara. Era un shock terrible cuando me tocaron y me sacaron con esta máquina los vellos".
Miles de niños, entre ellos, recién nacidos, fueron asesinados o murieron de hambre. En Auschwitz aún se guardan vestimentas de algunos infantes junto a sus fotografías en donde aparecían vestidos con la características vestimenta de rayas azules y blancas.
Los presos eran llamados "Suks" o "Cosas", considerados "seres infrahumanos". Con esta semántica, se le convencía a los agentes de las fuerzas represoras del nazismos que ellos no mataban seres humanos, sino que aniquilaban "ratas" o "seres inferiores".
Son muchas las características y las razones por la cual el horror del holocausto judío aún indigna. Sobre todo, cuando se intenta hacer humor con aquel periodo, como fue el repudiado caso del Lagarto Murdock.