Dos ex seminaristas que acusan de abuso al obispo que renunció a su labor en Valparaíso, Gonzalo Duarte García- Cortázar, critican la forma en que éste abandonó sus servicios, señalando que su salida no responde exclusivamente a su edad como había afirmado.
"Lo que yo sé es que estoy renunciado y me gustaría irme. Me gustaría porque llevo 10 años de obispo en Valparaíso y ya renuncié hace ocho meses", indicó el obispo Duarte en mayo pasado. Hace un par de días y en el marco de las numerosas dimisiones aceptadas por el Papa Francisco, Duarte dejó de ejercer.
Sin embargo, una de sus víctimas, Sebastián del Río Castro, manifestó en conversación con 24 Horas: "Yo no le creo. Le agradezco al Santo Padre la decisión que ha tomado de aceptar la renuncia del obispo Duarte".
En suma, Del Río Castro aseguró que ante la explosión de la crisis en la Iglesia chilena, Duarte le dijo "si tu haces la vista gorda y sigues adelante vas a llegar muy lejos. Pero mi consciencia no tiene precio". Esto en referencia a los abusos de los que asegura fue víctima.
Otro ex seminarista que acusa al ex obispo de Valparaíso, Mauricio Pulgar Lazo, expresa que lo que da a entender Duarte a la Conferencia Episcopal "es que él se va por jubilación. En estricto rigor no hay ningún castigo".
Pulgar también dijo que siente mucha preocupación ya que Duarte "se está yendo sin rendir cuentas de nada. Él encubrió y abusó".
A Pulgar se sumó con fuerza el testimonio de Del Río, quien señaló que con Duarte "hablábamos de mi futura ordenación (...) Estando en su departamento y hablando de la futura ordenación, Duarte se desnuda el torso, me pasa un gel y me exige un masaje en su espalda. Ante tal humillación yo me puse a llorar y le pedí que 'nadie se entere de esto nunca'", relató.
"Si eso no es abuso de poder, abuso de conciencia con claras connotaciones sexuales, no sé que lo puede ser", sentenció.
Recordar que durante esta jornada arribaron a Chile monseñor Charles Scicluna y su ayudante Jordi Bertomeu, ambos enviados directamente por Francisco. Estarán en Santiago y luego se dirigirán a Osorno -donde el obispo Juan Barros ya renunció tras haber sido indicado como encubridor de Fernando Karadima- intentando comenzar la nueva reestructuración de la fragmentada Iglesia Católica.