En septiembre de 2017, Adrián Mancilla, director de un colegio de Maipú fue asaltado y baleado en su parcela en Talagante. A su familia le dijeron que no sobreviviría, más tarde, que quedaría con daño irreparable, incluso en estado vegetal.
Contra todo pronóstico, nada de eso sucedió. Se salvó, incluso fue dado de alta y por primera vez cuenta su historia.
Dice que sólo recuerda que su hija le pedía que aguantara tras recibir los disparos por defender a su esposa, pero él sólo sentía mucho frío. Los cuatro disparos le dejaron cicatrices en su rostro y un brazo sin movilidad, además de dos heridas más en sus abdomen y espalda.
En total, estuvo dos meses en coma, ha pasado por 11 cirugías, decenas de exámenes y hoy permanece con una anemia que lo ha hecho bajar drásticamente de peso.
Sus familiares indican que la Fiscalía no ha tenido resultados en la investigación, mientras que acusan mala gestión por parte de una de las tres clínicas por las que pasó Adrián. En paralelo, la Isapre no quiere reconocer un seguro catastrófico, por lo que hoy pesa sobre ellos una deduda -hereditaria a sus hijos- de 400 millones de pesos.