El terremoto de magnitud 7.6 que sacudió a Chiloé el 25 de diciembre de 2016, fue una réplica tardía del megaterremoto que azotó a Valdivia en 1960, el más poderoso registrado hasta la fecha en Chile.
Tras ese evento telúrico de hace 56 años, la tierra se movió durante 14 minutos con una magnitud de 9.5, provocando que el 80% de las casas y edificios de la zona quedaran en el suelo. El megaterremoto y varios tsunamis provocaron que la denominada "Perla del Sur" quedara como una zona fantasma, siendo una de las peores tragedias del siglo XX.
Sin embargo, la catástrofe natural se hizo presente en el siglo XXI. Desde el Centro Sismológico Nacional señalaron que estudiaron este terremoto, encontrando que "había un remanente de energía, una deuda que correspondía al terremoto de 1960".
El terremoto del año pasado se trató entonces de una réplica tardía, una que llegó 56 años después del cataclismo, hito científico que se descubrió gracias a los datos entregados por las estaciones sismológicas instaladas encima del epicentro de Chiloé.
La réplica se registró en la misma zona que ocurrió el terremoto de Valdivia, un megasismo que no resulta fácil de dimensionar. El sismólogo del Centro Sismológico Nacional, Sebastián Riquelme, explicó que "la tierra tiene 4.600 millones de años, la historia sísimica es muy pequeña para poder hacer un muestreo y validar todo lo que sucedió antes y sucederá. Nosotros lo calificamos como réplica tardía porque ocurre en la misma zona y porque hay una deuda de energía que este terremoto tenía acumulado".
Ahora las placas comenzarán a acumular energía, un proceso lento, pero irreversible, que continuará el ciclo de terremoto que cada tantos años azota a nuestro país.