Es una lucha de David contra Goliat, una auténtica "guerra sucia", pese al producto en juego.
El detergente es el segundo producto más importante de la canasta familiar y un mercado altamente concentrado, lo que impide la entrada de nuevos competidores y afecta a los consumidores al obligarlos a optar siempre por lo mismo, en vez de encontrar opciones de calidad y bajo precio.
A quienes apuntan los comerciantes más pequeños de nuestro país es a la multinacional Unilever, que concentra el 75% con las marcas (Omo, Skip, Drive y Rinso), y Procter & Gamble, que se queda con un 20% con las marcas Ace y Ariel.
Los pequeños empresarios aseguran que estos gigantes logran acaparar las ventas mediante exclusividad de contrato con sus distribuidores, además de jugar a reventar precios.
En 2011, la Comisión Europea multó a Unilever por colusión de precios en ocho países y por conformar el cartel del detergente junto a otras dos multinacionales.
En nuestro país, la Fiscalía Nacional Económica realiza una investigación contra esta empresa y presentó un requerimiento ante el Tribunal de la Libre Competencia, pues señala que las malas prácticas han impedido la expansión de otras empresas más pequeñas.