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¿Charlatán o rebelde? La extraordinaria vida de Nicolas Culpeper, promotor de la botánica astrológica y la doctrina de las firmas

Calificado como uno de los autores más influyentes de la historia del herborismo, el doctor y boticario Culpeper escribía además panfletos contra el rey, los sacerdotes y abogados, y le amargaba la vida a los médicos licenciados.

BBC Mundo

Domingo 5 de noviembre de 2017

Nicholas Culpeper es uno de esos personajes conocidos tanto por sus virtudes como por sus vicios. Y admirado y despreciado casi en igual medida.

Era un boticario y médico inglés del siglo XVII. O un charlatán grosero.

Era un fumador empedernido, que bebía sin límites y despilfarraba dinero.

Pero también un hombre entretenido que usaba el dinero heredado o de su esposa para atender a los pobres gratuitamente y se dedicó a servir a los enfermos y a los débiles.

Escribió numerosos textos y, cuando en 1644 estableció su propia tienda en el este de Londres, comenzó a traducir libros de medicina al inglés.

Así los hizo accesibles a un público más amplio para que se beneficiara del conocimiento médico y farmacéutico, lo que amenazó los monopolios de los médicos capacitados en la universidad.

 

También escribió panfletos contra el rey, todos los sacerdotes y abogados, y médicos con licencia.

Sus métodos de curación eran lo mejor de la época o, según algunas versiones, fue uno de los hombres inescrupulosos de los siglos XVI y XVII que aprovecharon la credulidad del hombre para promover pseudociencias como la doctrina de las firmas y la botánica astrológica.

¿Doctrinas y firmas?

La doctrina de las firmas fue un aspecto importante de la medicina popular desde la Edad Media hasta el período moderno temprano.

Se basaba en la creencia de que el color, forma, tamaño y hasta longevidad de las plantas daban una indicación clara -una "firma"- de su uso medicinal.

 

Los curanderos en países cristianos y musulmanes afirmaban que Dios, o Alá, hizo que las plantas se parecieran deliberadamente a las partes del cuerpo que podían curar.

Según esa doctrina, la apariencia de una nuez del Juglans regia, por ejemplo, indicaría que servirían para aliviar dolencias del cerebro; la salvia, cuya vida es larga, alargaría la de quien la consumiera; el uso de la planta Euphrasia, cuya flor se asimila a un ojo azul brillante -se le conoce como ojo brillante-, para tratar enfermedades oculares fue común hasta el 1700.

Esta creencia se hizo conocida como la "doctrina de las firmas" después de la aparición de un libro del místico alemán Jakob Boehme llamado "La firma de todas las cosas" (1621).

(Hoy en día se venden remedios hechos con ojo brillante, aunque organismos como la Agencia de Medicinas Europeas señalan que "como la eficacia de los usos oculares reivindicados no está documentada y la aplicación ocular externa no es higiénica, no se puede recomendar el uso terapéutico").

¿Botánica y astrología?

La idea de relacionar la medicina con la astrología es muy antigua.

La asociación de varias partes del cuerpo, enfermedades y sustancias a la influencia del Sol, la Luna y los planetas, con los doce signos zodiacales, conocida como iatromatemática, aparece en el poema Astronomica de Manilio, del siglo I. ​

 

La botánica astrológica, promovida por el alquimista, médico y astrólogo suizo Theophrastus von Hohenheim (1493-1541), conocido como Paracelso, creía además que cada planta estaba bajo la influencia de una estrella particular, y que era esta influencia la que sacaba a esa planta de la tierra cuando la semilla germinaba.

Sostenía que cada planta era una estrella terrestre, y cada estrella, una planta espiritualizada.

Aunque el nombre de Paracelso está tan conectado a esta creencia, de ninguna manera fue el primero en escribir sobre la astrología botánica.

Pero sí fue una gran influencia en Culpeper, quien más tarde se convertiría en el exponente más notorio del tema.

 

Siguiendo con el ejemplo de la ojo brillante, Culpeper le asignó al signo zodiacal Leo, alegando que fortalecía el cerebro. También la usaba para tratar la mala memoria y el vértigo.

Pero no fue su fe en la doctrina de las firmas ni en la botánica astrológica lo que le trajo tantos enemigos; esas creencias eran generalizadas en esa época.

Fue su desafío al status quo.

Regular lo regular, regularmente

En el siglo XVI, el mundo médico había llegado a un punto de crisis.

En Londres, la práctica médica no estaba regulada, lo que significaba que cada vez había más doctores "charlatanes" y falsos remedios; muchos confiaban en brujería.

 

En 1518, Enrique VIII intervino, le quitó el poder de la Iglesia para regular la medicina y se lo entregó a un órgano de gobierno llamado Real Colegio de Médicos (RCP).

El Colegio ejercía control total sobre los boticarios, que eran un cruce entre una farmacia y un médico de cabecera, estableciendo estándares y emitiendo licencias requeridas para practicar la medicina legalmente.

El 26 de abril de 1618, en un esfuerzo adicional para estandarizar la práctica médica, se distribuyó una proclamación real ordenando a todos los boticarios obtener una copia de la Farmacopea Londinensis .

En 1618, el regente Jacobo I ordenó que...

"...todos y cada uno de los boticarios, dentro de este nuestro reino de INGLATERRA o sus dominios [...] no hagan nin gún medicamento, ni prescripción ; o destile n ningún aceite, o agua, u otras extracciones [...] de las formas o medios prescritos o dirigidos por cualquier otro libro o dispensadores"...

Así que solo se podía -y se tenía que- consultar la Farmacopea Londinensis , que estaba escrita en latín, o se corría el riesgo de provocarle a su majestad " el dolor de nuestro gran descontento ".

El problema era que...

La mayoría de quienes debían usar ese texto como referencia sabían, si mucho, un latín muy básico. Además, el documento sólo enumeraba ingredientes y daba recetas pero no decía qué remediaban.

Culpeper había estudiado en la universidad, podía leerlo tan bien que hasta pudo notar sus fallas. Así que cuando le pidieron que escribiera una traducción, lo hizo. Fue publicada en 1649, luego de que el Parlamento pusiera fin a la censura oficial.

 

Los médicos se indignaron profundamente: ¡cómo se atrevía a revelar sus secretos medicinales a las masas!

La satisfacción de Culpeper también fue grande: su Farmacopea no sólo hizo el texto legible e incluyó recetas junto con sus propiedades curativas, sino que, para colmo de males, estaba plagada de comentarios divertidos e insultantes dirigidos hacia el Royal College, destacando los errores del texto original.

El libro fue un éxito instantáneo y, sin dejar que las severas críticas que recibió lo desalentaran, Culpeper se puso a escribir su herbario "El Médico Inglés, o un discurso astrológico-médico de las hierbas vulgares de esta nación", que terminó en 1653 y se conoce mejor como "Culpeper's Complete Herbal".

Las hierbas vulgares

Escrito en un lenguaje informal y accesible, proporcionó un índice útil de dolencias, lo que facilita encontrar la hierba correcta para una cura.

El tono del libro aumentó su éxito y popularidad: fue divertido, grosero y lleno de ira.

 

Además, era muy barato en comparación con otros manuales de la época, evitándoles a aquellos con poco dinero tener que pagar los altos precios del servicio de médicos.

Una reimpresión de 1656 de la edición de 1653, lo dice todo en su largo título:

"El médico inglés ampliado: con trescientos, sesenta y nueve medicamentos, hecho de hierbas inglesas que no estaban en ninguna impresión hasta ahora: la epístola le informará cómo reconocer esta impresión de cualquier otra. Siendo un discurso astrólogo-físico de las hierbas vulgares de esta nación: que contiene un método completo de medicina, por el cual un hombre puede conservar su cuerpo en salud; o curarse a sí mismo , (al) estar enfermo, por tres peniques, con tales cosas solo como crecen en Inglaterra, siendo las más adecuadas para los cuerpos ingleses".

Sí, ese es el título. Quizás por eso se le empezó a llamar "Culpeper's Complete Herbal".

El caso es que se convirtió en el libro de inglés no religioso más exitoso de todos los tiempos, uno de los textos más populares y perdurables de la historia de la imprenta, tanto que se imprimió continuamente durante más de 350 años... y sigue siendo impreso.