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Cómo Donald Trump pasó de "ser un chiste" a arrasar en las primarias de Estados Unidos

El magnate de los bienes raíces, cuya campaña fue vista inicialmente por muchos como un chiste, venció todos los pronósticos y se queda como el único aspirante a la candidatura presidencial del Partido Republicano.

24horas Administrator

Jueves 5 de mayo de 2016

Estados Unidos está parado frente al umbral de la grandeza o ante el precipicio que conduce a la ruina. Con un candidato que polariza tanto como Donald Trump, no hay espacio para opciones intermedias.

Las victorias de Donald Trump en las elecciones primarias se han ido acumulando mientras sus adversarios iban cayendo.

Hasta ahora, que se quedó solo tras la renuncia a la carrera por candidatura del Partido Republicano de sus dos últimos rivales: el senador por Texas Ted Cruz y el gobernador de Ohio, John Kasich.

No ha habido un candidato presidencial como Trump. Su irrupción fue vista al principio como una especie de broma y, en ocasiones, dirigió su campaña como un chiste.

Pero ya tiene virtualmente la nominación en el bolsillo gracias a una convicción totalmente seria, demoliendo a su gran número de competidores.

Era extraordinario verlo. El hombre al que casi nadie en el mundo político estadounidense tomó en serio desafío todas las predicciones.

¿Cómo lo hizo?

La candidatura de Trump se nutrió de algo que todos debimos haber visto, pero no lo hicimos.

Durante años, los estadounidenses de la clase trabajadora han sufrido de bajas tasas de empleo y de unos salarios estancados.

Además, han visto extenderse la globalización, la inmigración y los acuerdos de libre comercio mientras se sentían abandonados.

La economía de Estados Unidos parecía prosperar, pero sus vidas no reflejaban ese éxito. El suyo era un mal negocio.

A eso hay que añadir un Estados Unidos que parecía vacilar en el escenario global y un presidente, Barack Obama, que padece de una aversión congénita a darse golpes de pecho en nombre del nacionalismo, por lo que Donald Trump era un regalo.

 

Desde su ático en Nueva York, el magnate de los bienes raíces entendió de alguna manera las preocupaciones de los estadounidenses con menos formación académica, especialmente, de los hombres.

Trump parece haber tenido un conocimiento intuitivo de sus amores y odios. Incluso dijo en un momento de esta larga campaña que amaba a los poco educados.

Él sabía que ellos se sentían prisioneros de la corrección política y les dio libertad para despotricar contra ella.

Supo que ellos tenían miedo de que su país estuviera cambiando a su alrededor, cada vez más poblado por gente cuyo idioma materno era el español y no el inglés.

Cuando Trump sugirió que México estaba enviando a violadores a través de la frontera, él justificó esos miedos.

Cuando propuso prohibir la entrada a Estados Unidos de todos los musulmanes, le dio voz al sentimiento antimusulmán que se ha gestado en el país desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Ha sido una impresionante muestra de instinto político de parte de un hombre que nunca había participado en política.

Sus apoyos crecieron cuando dijo que el senador John McCain, un veterano que fue torturado en Vietnam, no era un héroe de guerra.

Cuando sugirió que una reportera le hizo una pregunta dura porque "estaba menstruando" su popularidad volvió a crecer.

México, los musulmanes, el "mentiroso de Ted Cruz"… todas estas cosas lo que hicieron fue darle combustible al tren de Trump. Y sus seguidores lo quieren, sobre todo, porque no habla como todos los políticos que han prometido mucho y han cumplido poco.

Pese a ello, a riesgo de parecer maleducada en el día en el que Trump celebra una sorprendente victoria, vale la pena hacer ver cómo logró enfrentar a millones de estadounidenses en una forma nunca vista en la historia moderna.

Nunca un candidato a la presidencia ha sido tan injuriado y rechazado por algunos miembros de su propio partido. Hay una larga lista de políticos y estrategas republicanos que han dicho que nunca votarían por Trump.

En privado hay muchos más que han dicho que votarán por Hillary Clinton, en lugar de Trump.

Son personas –y he hablado con muchas de ellas– que dicen que el candidato del partido es un "fanático", "racista" y "misógino". Lo llaman "vulgar", "grosero" y "bravucón".

Puede que algunos de ellos ahora se sometan a la línea del liderazgo del partido, se cubran la nariz con un pañuelo y voten por Trump, pero no les gusta.

¿Un rival ideal?

Si se miran las encuestas nacionales, Trump rompe récords con sus niveles de rechazo.

Lo que explica que hoy haya dos grupos celebrando: los que apoyan a Trump y los que a Clinton.

En el equipo de campaña de la aspirante a la candidatura presidencial por el Partido Demócrata están convencidos de que Trump es su perfecto competidor.

Ven sus defectos y creen que es el mejor candidato que habrían podido esperar como adversario republicano.

Más aún, la composición demográfica de Estados Unidos sugeriría que quienquiera que sea el nominado por el Partido Demócrata tiene una buena oportunidad de llegar a la Casa Blanca pues hay más votantes demócratas que republicanos en el país.

Pero este es un año curioso. El manual del juego político ha quedado hecho trizas y Donald Trump odia perder casi más de lo que ama ganar.

El equipo de campaña de Clinton se equivocaría si se confía muy pronto. Si algo hemos aprendido durante esta loca campaña es que las predicciones son boberías.

Llámenme boba, pero estoy preparada para hacer una predicción más: la competencia entre Clinton y Trump va a ser brutal.

Si pensaron que las últimas 24 horas fueron feas, es porque todavía no han visto nada.