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El periodista de la BBC que fue asesinado con un paraguas envenenado

El 7 de septiembre de 1978 el periodista búlgaro Georgi Markov estaba esperando un bus para ir a la BBC cuando de pronto sintió un pinchazo en la parte de atrás de su muslo derecho. Su muerte, cuatro días después, es uno de los grandes misterios inconclusos de la Guerra Fría.

BBC Mundo

Domingo 25 de septiembre de 2016

El 7 de septiembre de 1978 Georgi Markov estaba esperando un bus en el puente de Waterloo, en el centro de Londres, cuando de pronto sintió un pinchazo en la parte de atrás de su muslo derecho.

Cuando se giró, vio como un hombre se alejaba rápidamente de él con un paraguas en la mano para luego marcharse en un taxi.

El periodista del servicio búlgaro de la BBC, que se dirigía a su trabajo, inicialmente no le dio mayor importancia al asunto.

Pero cuatro días después había muerto, se cree que envenenado con ricino por orden del gobierno comunista de Bulgaria, de donde había desertado algunos años antes.

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"Era uno de los escritores más importantes del país, parte de un pequeño círculo, sabía cosas sobre cierta gente en Bulgaria que muy pocos otros sabían y estaba tratando de exponer la corrupción y cosas así", le contaría luego a la BBC su esposa, Annabel Dilke.

"Era muy valiente. Quería que la gente de Bulgaria supiera la verdad y lo mataron porque le resultaba molesto a los líderes búlgaros", sostiene Sreten Debeljacki, quien trabajaba en el servicio yugoslavo de la BBC, prácticamente al lado de Markov.

Con un paraguas

Debeljacki confiesa no haber notado nada raro con su amigo y colega cuando se lo encontró en Bush House, entonces sede del Servicio Mundial de la BBC, ese día aciago.

Y eso coincide con lo que Annabel Dilke le contó a la BBC hace todos esos años.

 

"Llegó a la casa el jueves por la noche y estaba perfectamente bien. Pero al día siguiente estaba en una situación crítica", se la escucha decir en una grabación de la época.

"Entonces me contó una historia extraordinaria: que lo habían pinchado con la punta de un paraguas", contó la viuda de Markov.

Según Annabel Dilke, "era como si él mismo no quería creerlo".

"Creo que no quería asustarme. Pero me mostró la marca dejada por el paraguas y era como el pinchazo de una (aguja) hipodérmica", dijo.

 

Aquejado de fiebre y con el pulso acelerado, el periodista búlgaro, de 49 años, acudió al hospital St James, donde fue atendido por el Dr. Bernard Riley.

Y casi 40 años después de aquellos eventos este describió así la escena para una reciente edición del programa Witness ("Testigo") del Servicio Mundial de la BBC, la misma sección para la que trabajaba Markov.

"Llegué cuando las enfermeras estaban cambiando de turno y me dio la impresión de que no se lo tomaban en serio".

"La conversación era algo como: hay un niño con apendicitis en el cubículo 1, una señora que tuvo un ataque al corazón en el cubículo 2 y un loco en el cubículo 3 que dice que lo atacó la KGB (la agencia de espionaje de la ahora desaparecida Unión Soviética)".

"Una pequeña inflamación"

Según Riley, Markov le repitió pacientemente su historia, afirmando que tres meses atrás ya le habían advertido que estaba en la mira de los servicios secretos.

"Nunca se me va a olvidar. Me dijo: 'Me envenenó la KGB y no hay nada que usted pueda hacer'", contó el médico.

 

"La forma en la que me miró y como actuaba me hizo pensar: voy a tomarlo en serio y examinarlo a ver qué encuentro", le dijo Riley a Witness.

Y lo que encontró fue una pequeña inflamación en la parte trasera del muslo, que describió como parecida a la picadura de una abeja.

El médico llamó entonces a Scotland Yard y se dirigió a la biblioteca del hospital para tratar de identificar el veneno y así poder buscar un antídoto.

"Pensé: si está diciendo la verdad no va a ser una bacteria o un virus, porque el riesgo de contagio sería muy alto. Tiene que ser una toxina", recuerda.

"Pero no puede ser cianuro porque eso mata más rápido. Y no puede ser talio ni arsénico porque eso es demasiado lento", pensó el galeno.

Ricino

No fue hasta que regresó a su casa, sin embargo, que Riley consideró la posibilidad de ricino.

"Llegué a casa y mi esposa me dijo: 'tienes que leer más a Agatha Christie', pues justo acababa de terminar un libro en el que empleaban ricino".

 

Y la intuición fue confirmada por los forenses cuando, después de la muerte de Markov, encontraron un pequeño objeto metálico en su muslo derecho.

El doctor, quien estaba con el desertor búlgaro cuando murió, el 11 de septiembre de 1978, también estaba presente durante el post mortem.

Y todavía recuerda el momento en el que patólogo tomó una muestra de tejido del muslo y una pequeña pelota metálica cayó del mismo y rodó sobre la mesa.

"Era un pequeño objeto metálico, una esfera de unos 2 milímetros de diámetro con dos agujeritos que podían haber contenido algo", describe.

"Y casi inmediatamente los patólogos concluyeron que había ricino".

 

La sustancia, que se extrae de las semillas de la planta del mismo nombre, es una de las más tóxicas conocidas por el hombre.

Como explica Rebecca Kesby, de Witness, incluso una pequeña cantidad de la misma puede causar un shock tóxico y provocar un fallo total de los órganos sin dejar mayor rastro.

"En plena guerra fría, era el veneno perfecto para eliminar silenciosamente a un enemigo", dice Kesby.

Impune

Eso era precisamente Markov para el gobierno comunista de la época.

Y 20 años después de su muerte, el presidente de Bulgaria Peter Stoyanov le diría a la BBC que el asesinato del escritor disidente había sido uno de los episodios más oscuros en la historia de l régimen.

 

Hoy en día, el aniversario de la muerte de Markov es objeto de homenajes y ceremonias.

Y el 11 septiembre 2014, el actual presidente, Rosen Plevneliev, develó una estatua en honor del escritor y periodista en una plaza de la capital del país, Sofía.

Nadie, sin embargo, ha sido condenado, o siquiera arrestado, en relación con el crimen.

Bulgaria dio por cerrada su investigación en 2013, luego de que esta prescribiera por falta de pruebas, aunque la investigación británica sigue abierta.

Y todavía no hay antídoto para el ricino.