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El refugiado sirio que casi se ahogó en chocolate

Desde un campamento a las afueras de la ciudad francesa de Calais, un refugiado sirio intentó colarse en un camión que transportaba chocolate hasta Reino Unido. Esa vez no logró entrar, pero sobrevivió.

24horas Administrator

Jueves 2 de abril de 2015

Desde un campamento destartalado en un bosque a las afueras de Calais (Francia), un refugiado hizo su intento número 18 para viajar de polizón en un camión que se dirigía a Reino Unido.

Aquí explica cómo acabó en un tanque de chocolate derretido, una experiencia que casi acabó con su vida.

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"Nos reunimos con el traficante en una gasolinera a las 2 de la madrugada. Los camiones que van hacia Reino Unido siempre aparcan ahí, cerca de la estación de tren.

Normalmente intentamos subirnos por la noche, mientras los conductores duermen y no hay tanta policía rondando.

Esa noche éramos 25, así que el traficante nos dividió en grupos. Cada grupo iba a subirse a un camión distinto.

El traficante eligió a siete entre los más altos. Cinco éramos sirios y dos egipcios.

Yo tenía 25 y era el más joven de todos.

El resto eran mayores de 30 años.

Sabíamos que nuestro camión iba a Reino Unido porque el traficante había visto una etiqueta que se pega en los camiones cuando llegan a la zona de espera.

Es un kurdo de Irak y lleva años haciendo esto.

Yo me fui de Siria sin nada, así que llevaba dos meses en Calais trabajando para él para poder pagarle.

Dijo que estos camiones, los que llevan líquidos, van directos al tren sin pasar por los rayos X.

Hasta el cuello

El conductor estaba todavía dormido en la cabina, así que subimos sin hacer ruido.

La tapa del tanque estaba cerrada, pero el traficante cortó los alambres.

No teníamos ni idea de lo que había dentro, pero en cuanto lo abrimos nos envolvió el olor. Era chocolate. Íbamos a entrar en Reino Unido en un tanque caliente de chocolate líquido.

Fuera hacía mucho frío. Fue agradable meterse en el chocolate caliente.

Después de 15 minutos, sin embargo, el calor empezó a ser incómodo.

Mido 1,85 metros, pero no podía hacer pie dentro del tanque.

Todos nos agarrábamos al borde con una mano y la otra la apoyábamos en el hombro del que teníamos al lado.

Si alguien se hubiese soltado y hubiese caído dentro, nunca hubiéramos podido sacarlo.

Así que nos agarramos de esa manera, en círculo, sumergidos en chocolate hasta el cuello.

El traficante cerró la tapa, dejando un pequeño espacio para que pudiéramos respirar.

El calor era horrible. Teníamos que mover las piernas todo el tiempo para evitar que se quedaran atrapadas en el chocolate.

Pero aguantamos, esperando a que se moviera el camión. Solo se tardaba entre 20 y 30 minutos hasta el tren y una vez que pasásemos los controles podríamos salir.

 

Pero el camión no se movía. Permanecimos así durante más de dos horas. No había nada que hacer. Solo maldijimos a Bashar al Asad por ponernos en esa situación.

Sin los zapatos

Al final, los otros empezaron a decir que hacía demasiado calor, que teníamos que salir. Yo quería quedarme. Si uno salía, dejaría marcas de chocolate alrededor del camión y nos descubrirían.

Uno o dos de los que estaban conmigo, hombres mayores que yo, empezaron a llorar. Al final todos estuvimos de acuerdo en salir.

El chocolate era tan pegajoso que para conseguir salir necesitábamos la ayuda de seis o siete de nosotros.

El primero logró abrir la tapa y salir mientras el resto lo empujábamos desde abajo.

Al último fue al que más le costó salir porque no había nadie que lo pudiera empujar.

Todos tirábamos, pero el chocolate lo absorbía hacia abajo. Tuvo que sacarse los zapatos para salir y dejarlos allí.

Tuvimos que andar mucho para volver a nuestras tiendas en el bosque, y estábamos cubiertos de chocolate de la cabeza a los pies: las manos, el pelo, los ojos, por todos lados.

El chocolate era bueno, eso sí. Todavía lo íbamos saboreando de vuelta al campamento.

En el camino se podían ver las huellas que íbamos dejando".

El narrador de esta historia consiguió al final entrar en Reino Unido en un tráiler cargado con cabinas de camión.

Intentó abrir todas las puertas de las cabinas hasta que encontró una que estaba abierta y se escondió dentro. En Reino Unido le han concedido el asilo y en la actualidad trabaja en un restaurante árabe en la ciudad de Sheffield.

Le contó su historia a Daniel Silas Adamson y Mamdouh Akbiek, del Servicio Mundial de la BBC.