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¿Estamos matando de amor a Venecia?

¿Será el amor y no el agua lo que acabe con una de las más fabulosas ciudades del mundo? Los locales se rebelan contra el turismo y no es por mero rechazo a los ajenos sino por preocupación por sobrevivencia de una joya.

BBC Mundo

Lunes 28 de noviembre de 2016

Venecia, la joya de Italia, sigue siendo un imán para los turistas. Y eso, para la menguante población local, se ha convertido en un grave problema.

Recientemente marcharon para protestar por la manera en la que, desde su punto de vista, el turismo ha echado a perder a su ciudad.

Los alquileres suben, las tiendas y comercios cierran y los residentes se van.

En su época de más esplendor, Venecia era una de las ciudades más pobladas de Europa. Hoy en día sólo queda un tercio de la cantidad de residentes que había después de la Segunda Guerra Mundial.

La ciudad, se quejan los manifestantes, está en riesgo de convertirse en un parque temático hueco para divertir a los turistas que amontonan en sus canales y plazas.

 

Cada vez son menos

En la vitrina de la farmacia Moreli en Venecia hay un contador digital que muestra el número de personas que viven en el centro histórico de la ciudad.

En este momento debe decir 55.120.

La curiosa cuenta alarma pues es regresiva: cientos de locales abandonan cada año la ciudad flotante.

En el pasado, cuando la población disminuía de repente se debía a la peste bubónica.

Hoy en día, los venecianos se quejan de otra plaga: el turismo.

Pero hay quienes citan al novelista francés Víctor Hugo:

"Hay dos cosas en un edificio histórico: su uso y su belleza. Su uso pertenece al dueño; su belleza, a todo el mundo"

Víctor Hugo

Lo que Víctor Hugo estaba argumentado era que ser dueño de una casa antigua no te daba el derecho de tumbarla, pero sus palabras sirven hoy para defender el derecho humano universal de visitar Venecia.

Sin alma

Algunos venecianos ganan fortunas gracias al turismo; siempre ha sido así.

Negocios de otro tipo fracasan y en su lugar se abren más hoteles, hogares se tornan en villas de vacaciones y se le permite a enormes cruceros llegar llenos de visitantes.

Pero los venecianos se están yendo, y se están llevando el alma de la ciudad con ellos, dicen los que se quedan.

 

La ciudad que los venecianos llaman La Serenissima recibe 20 millones de turistas al año, y la gran pregunta es: ¿va a ser Venecia víctima de su propia belleza? ¿La vamos a matar de amor?

"Para los venecianos que trabajan aquí, se ha vuelto imposible trabajar", dice Sarah Quill al explicar el porqué del éxodo de los lugareños.

Quill ha fotografiado la ciudad durante cuatro décadas y su archivo ilustra el marcado contraste entre la Venecia que solía estar poblada por venecianos y la que está hoy en las garras de una sobrecarga turística cada vez mayor.

"Es imposible evitar el centro si tienes citas o trabajo que hacer, y aquellas mañanas tranquilas son ahora una memoria lejana", lamenta Quill.

"Cuando fui a Venecia descubrí que mi sueño se había convertido en mi dirección"

Novelista francés Marcel Proust, (1871 – 1922)

A escala humana

Parte del problema de Venecia es lo que representa en la actualidad.

Es una ciudad de consuelo en una era de urbanización descontrolada.

Si vives en una megalópolis china que hace poco ni existía y con 30 millones de vecinos, Venecia te parecerá el opuesto ideal.

Como no se puede expandir sobre el agua que la rodea por estar construida en islas en una laguna, es el modelo dorado de una ciudad a escala humana.

 

Una ciudad viva

Entonces, ¿qué se puede hacer para salvar el aspecto sentimental de la lógica económica?

Los venecianos se quejan de los chinos que compran bares y casas en la actualidad.

Antes eran los rusos, los estadounidenses y, hace 200 años, probablemente los austríacos.

Quien es probablemente el más grande escritor sobre Venecia, John Ruskin, sugirió que se cobrara extra por visitarla, algo que algunos venecianos proponen ahora.

Sin embargo, aunque con eso recaudarían fondos, no reducirían la cantidad de visitantes, que es lo que se necesita.

La reacción de los manifestantes en la actualidad ante la idea es que no faltaría más que ponerle una puerta para convertir a Venecia en un parque de diversiones, y que la suya no es eso: es una ciudad viva.

Pero, ¿qué tal si la convierten en una reserva, para preservarla?

 

¿Cómo así?

Teniendo en cuenta que es una Meca cultural, ¿por qué no hacer lo que Meca hace: limitar la cantidad anual de peregrinos que pueden ir?

Visitar Venecia quizás no es, aunque nos duela, un derecho humano.

Pero para no negarle el derecho a nadie, quizás se podría copiar la idea del escritor Julian Barnes, quien en su novela "Inglaterra Inglaterra" se imagina una versión de ese país construida en una de las islas cercanas, con todos sus mejores atracciones recreadas en un lugar conveniente para los turistas.

¿Podríamos llegar a aceptar algo así?

 

Quizás. Ya hay réplicas comercialmente exitosas de La Serenissima Dubái, Qatar, Estambul y, por supuesto, Las Vegas, donde el Hotel Venetian abrió una réplica de su réplica en Macao, a pesar de que China tiene su propia copia de Venecia que ocupa todo un suburbio de Hangzhou.

¿Te escandaliza la idea?

 

Venecia misma no es completamente genuina.

Esos caballos en la Basílica de San Marcos son copias: ¿te importa?

El campanario medieval que está en frente colapsó en 1902 y fue reconstruido ladrillo por ladrillo, y nos gusta tanto como si fuera la torre original, ¿no?

¿Será muy difícil aceptar lo falso para salvar lo real?

Venecia es como un panda: carismática, poco adecuada para la vida moderna pero demasiado simbólica para permitir que desaparezca.

Si para evitar la extinción de animales que nos gustan aceptamos que existan sólo en zoológicos o reservaciones, ¿por qué no nuestras ciudades más queridas?

¿Qué tal una réplica de Venecia con todas sus atracciones recreadas en un sólo lugar, mejor organizadas para poder tomar mejores fotos, sin problemas de mareas, ninguno de los olores y mejor plomería?

Tú y yo, obviamente, seguiríamos visitando la Venecia de siempre, la que volvería a ser la serenissima.