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La decepción de los cubanos ante las pocas cosas que han cambiado un año después del deshielo

Un año después del anuncio del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el escritor cubano Leonardo Padura reflexiona sobre los avances y las cosas que siguen igual en el día a día de la isla.

24horas Administrator

Jueves 17 de diciembre de 2015

Desde hace varias semanas la noticia no abandona los titulares.

Ya son más de 5.000 los migrantes cubanos varados en la frontera de Costa Rica con Nicaragua. Y se habla de otros 1.000 al acecho en Panamá, de decenas en Colombia. Y de una cifra indeterminada en Ecuador, observando el panorama.

¿Hasta dónde crecerá el número de esos peregrinos que buscan una puerta hacia el país del norte? ¿Cuándo llegará la solución para el conflicto creado que envuelve a media docena de países? ¿La visita en curso del presidente de Costa Rica a Cuba traerá la solución?

Las medidas restrictivas tomadas por el gobierno ecuatoriano de exigir visa turística a los cubanos que viajen a ese país sudamericano generaron el pánico entre los que pretendían emigrar, pero al final solo levantaron un poco más la valla de coste de la operación, aunque no parece haber detenido a los más decididos.

Si hay que pagar más, se paga más; pero si la vía hacia las soluciones personales y familiares, aunque más complicada, está en emprender la larga marcha vía Ecuador, pues por ahí seguirá andando la gente…

Origen de un largo viaje

Las condiciones económicas que enfrentan los cubanos son sin duda el origen de tanta perseverancia, de que centenares tomen la decisión de lanzarse a una arriesgada y costosa aventura cuyo desenlace ahora mismo se desconoce.

Mientras, la ley de ajuste cubano que los amparará cuando lleguen a algún punto de territorio estadounidense funciona como la gasolina que mueve a ese motor y el temor a su posible derogación (a pesar de las declaraciones oficiales sobre su permanencia), el catalizador que los lanza como balas hacia cualquier punto desde el cual se haga visible una frontera estadounidense.

Al mismo tiempo que los refugiados se amontonan en los campamentos costarricenses, una delegación de alto nivel de las Grandes Ligas de Béisbol de EE.UU. aterriza en La Habana con un casi seguro objetivo: preparar el terreno para un posible y necesario acuerdo entre los dos países que permita la contratación legal de los jugadores cubanos en ese circuito deportivo.

El origen de esta necesidad está en la abultada cifra de peloteros cubanos que han abandonado la isla para probar suerte en EE.UU.

Mientras, el embargo, que impide una relación directa y normal entre los jugadores cubanos radicados en la isla y los equipos de las Grandes Ligas, constituye en este caso el motor que impulsa este goteo, lento pero desgastante, que ha empobrecido cualitativamente al béisbol que se practica en la isla.

Un año después

Todo esto ocurre justo un año después de que Cuba y Estados Unidos anunciaran el inicio del diálogo para el restablecimiento de relaciones diplomáticas y seis meses después de que estos vínculos se concretaran con la apertura de embajadas en Washington y La Habana.

Sucede, también, luego de que los secretarios de Agricultura y Comercio del gabinete de Obama visitaran Cuba, como puntas de lanza de una operación comercial que en algún momento debe concretarse.

Ocurre cuando se van firmando o se preparan acuerdos en los terrenos de las telecomunicaciones, el transporte aéreo y marítimo e incluso de las compensaciones.

Pasa mientras centenares de estadounidenses, amparados con las licencias necesarias (pues aun les está prohibido llegar a la isla vecina como simples turistas) abarrotan hoteles, hostales y restaurantes de La Habana y pasean por la Quinta Avenida de la capital cubana en relucientes Chevrolets descapotables fabricados en los años 1950, provocando en quienes los vemos una sensación de déjà-vu, o de haber caído en el túnel de retroceso de una máquina del tiempo.

Y también acontece días después de la derrota del partido de gobierno en las elecciones parlamentarias venezolanas, que pone en peligro el futuro de la íntima conexión entre La Habana y Caracas, cuando el país sudamericano es el principal aliado comercial y político del gobierno cubano.

Pero sucede, sobre todo, cuando el costo de la vida en Cuba sigue en ascenso y cuando algunos optimistas con respecto a los cambios que traería la reapertura de vínculos diplomáticos entre Washington y La Habana observan decepcionados que muy pocas cosas han cambiado en la realidad cotidiana de la población cubana.

Porque, de momento, el hecho de que Cuba y Estados Unidos hayan acordado reanudar relaciones diplomáticas solo ha tenido efectos concretos en los niveles de las esferas gubernamentales y política.

Cierto es que desde diciembre pasado, el clima de tensión por tantos años existente entre los dos países ha visto descender sus temperaturas, para alivio de todos.

Pero no es menos real que para que las relaciones restablecidas sean fluidas y efectivas se necesita mucho más: se requiere, ante todo y por ejemplo, de la derogación del embargo comercial y financiero, que sigue en activo, y de la voluntad oficial cubana de abrir compuertas a las ofertas de negocios que ya han hecho varias empresas estadounidenses autorizadas para ello, entre las que se cuentan las de telecomunicaciones, un sector tradicionalmente controlado y restringido en la isla.

La realidad diaria

La presencia visible de visitantes estadounidenses en Cuba ha sido una de las causas del incremento exponencial del número de turistas llegados al país.

Pero los ingresos que ese sector genera sirven de alivio a las finanzas del Estado (que recientemente anunció su voluntad de saldar deudas con el llamado Grupo de Acreedores) y de beneficio directo a pequeños empresarios y trabajadores vinculados a ese sector en determinadas regiones del país, más aun, en zonas específicas de algunas ciudades del país.

Mientras, la realidad del día a día de la mayoría de los cubanos (especialmente si no tienen familiares que les envíen remesas) sigue siendo tan o más ardua que hace un año.

Con unos salarios estancados en casi todos los sectores del empleo estatal o gubernamental, con un abastecimiento caótico y pobre de los diversos mercados existentes (donde los precios mantienen una tendencia ascendente), y con una difícil visualización de perspectivas de mejorías en un futuro cercano, resulta lógico que centenares de cubanos decidan buscar soluciones individuales y familiares sin esperar el maná que algunos creyeron que llovería gracias a una nueva relación con Estados Unidos.

Y las procuran montando unos sus propios negocios, otros trasladándose del sector laboral estatal al privado, otros tomando las rutas de la emigración (incluidos los jugadores de béisbol). Aunque esos caminos sean arduos y hasta peligrosos.

Pero son caminos (o son los caminos visibles) y mucha gente parece dispuesta a transitarlos.