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La diosa nepalí que tiene que hacer sus tareas escolares

Como cualquier niña de su edad, Samita Bajracharya vive con sus padres y estudia duro. Pero es también una Kumari, considerada por hindúes y budistas de Nepal la reencarnación de la deidad hindú Durga.

24Horas.cl TVN

Viernes 20 de junio de 2014

Samita Bajracharya es una niña de Nepal de 12 años que vive con su familia, estudia duro y le gusta tocar la versión nepalí del laúd. Pero hasta hace poco también era adorada por quienes creían que era una diosa reencarnada.

Junto a una vía muy transitada en Lalitpur, cerca de Katmandú, un pasaje lleva hasta un amplio patio. En la esquina del fondo se encuentra una modesta casa, con un cartel rojo que dice Diosa viviente.

En el interior, una estrecha escalera conduce a la segunda planta, donde transcurre gran parte de la infancia de la diosa. Es llamada Kumari, que significa "mujer joven, soltera".

Bajracharya es adorada por hindúes y budistas en Nepal, quienes la consideran la reencarnación de la deidad hindú Durga.

Pude conocer a la madre de esta Kumari - hay varias en Nepal- después de varias visitas a su casa.

"¿Cómo se sintió cuando su hija, Samita, fue elegida para ser una Kumari?", le pregunté. "Me sentí feliz y triste", respondió.

Y me explicó: "Por un lado, me sentí feliz porque tener una diosa en casa es una cosa maravillosa. Pero también me asusté, porque no estaba segura de que fuera capaz de seguir todas las reglas".

Porque hay muchas reglas. Por un lado, la madre de Samita tiene que maquillar el rostro de su hija con diseños intrincados.

A la niña no se le permite salir a la calle a excepción de los días festivos. En esas ocasiones, sus pies no deben tocar el suelo. Eso significa que alguien debe transportarla. Por otra, la Kumari no está autorizada a hablar con nadie más que con sus familiares y amigos cercanos.

La vida en una habitación

Para conocer estas normas, y descubrir lo que es la vida de una niña diosa, la mejor manera es hablar con una exKumari.

Consciente de ello, contacto a la predecesora de Samita Bajracharya, Chanira Bajracharya (a pesar del apellido, no tienen relación familiar alguna), y acuerdo una entrevista en su casa.

Nos sentamos en el suelo del cuarto oscuro en el que pasó una década rezando y bendiciendo a los visitantes. Espero escuchar nepalí, pero la ex diosa comienza a hablar en un inglés fluido. Dice que aprendió el idioma leyendo periódicos durante su época de Kumari.

"Cuando era diosa, solía mirar a través de los agujeros de las ventanas", dice. Ahora es una estudiante de negocios de 19 años de edad, y se ve como cualquier adolescente normal, con su camiseta verde y pantalones negros a la moda. Se convirtió en una Kumari cuando sólo tenía cinco años.

"Ser diosa es como ser princesa, tienes todo en casa", explica. "Nunca eché de menos salir a la calle, sino que disfruté de mi estancia en casa y de la vida divina".

Esta vida terminó abruptamente cuando Chanira tenía 15 años, el día en que tuvo su primera menstruación. De repente ya no era la Kumari, y admite que la transición fue difícil.

"Cuando tuve que salir de casa por primera vez, no sabía caminar correctamente", dice ella. "Mi mamá y mi papá me agarraban de las manos, y así me enseñaron a andar".

Durante sus años de Kumari, profesores particulares le enseñaron en casa. De repente, empezó a ir a la escuela con otros niños.

"Ha sido un gran reto para mí", dice sobre ello Chanira. "Todos los compañeros de clase tenían tanto miedo de hablar conmigo porque era una ex diosa, y me trataron de forma diferente".

"Incluso decían que era extraterrestre. Al menos eso escuché", añade.

Los creyentes ya no se inclinaban ante ella o le tocaban los pies, como hicieron durante años. "Perdí ese respeto", dice. "Nunca imaginé que mi vida cambiaría tanto de manera tan repentina".

Tan pronto como su periodo terminó, los sacerdotes locales eligieron una nueva Kumari.

Su sucesora, Samita, pasó a ser una amiga íntima, casi como una hermana menor. "Cuando yo era diosa, ella solía venir aquí, éramos amigas. Así que conoce bien la vida de Kumari", dice Chanira sobre Samita.

Rezar y hacer tareas

Pero esa vida, además de oraciones, también incluye hacer tareas.

Cuando regreso al hogar de la actual Kumari, su madre me permite acceder a su habitación y presenciar una sesión de tutoría privada. Y por primera vez la veo como una chica normal, sentada en su escritorio, tomando notas cuidadosamente.

"En el pasado no hubo tradición de educar a la Kumari", me dice su maestra, Rachna Upreti. "Su mundo estaba entre las cuatro paredes de su habitación".

Pero las cosas hoy han cambiado. "Ella está realmente interesada en el mundo exterior", explica Upreti sobre Samita. "No solo le interesa Nepal, también el mundo entero".

Adoración de creyentes

Pocos días después, la madre de la Kumari me invita a asistir a una fiesta especial. Llego cuando está aplicando el maquillaje especial en la frente de su hija. Luego saca collares y brazaletes de un armario de caoba repleto de accesorios. La Kumari hace muecas mientras su madre le coloca la pesada joyería.

Terminada la tarea de adornarla, Shobha levanta a su hija y se la lleva en brazos por las escaleras, hasta un trono colocado en el centro del patio.

Cientos de personas se han acercado para ofrecer flores y donaciones a la Kumari, y para tocar sus pies. Comienzan a avanzar poco a poco hacia ella para recibir su bendición, y ella les aplica un punto de color rojo vivo en la frente.

Ella permanece sentada, completamente inmóvil. Sus ojos se mueven de izquierda a derecha mientras los espectadores la fotografían.

Cuando todo termina, vuelve a la privacidad de su habitación. Coge su intrumento favorito, un sarod -un tipo de laúd, popular en la música clásica del norte de India- , y comienza a practicar.

Mientras toca el instrumento de cuerda, se ve completamente relajada. Parece haberse olvidado de toda la presión que supone ser una diosa viviente.

Unos meses más adelante, vuelvo a visitar a la Kumari. Supe que su mandato como diosa viviente terminó, y que una nueva niña había sido seleccionada.

"Desde el día en el que tuvo su primer periodo, fue encerrada en un cuarto oscuro, en el que no entraba la luz del sol", me había escrito Chanira. "Ningún hombre era permitido en el interior, pero podía tener todas las amigas que quería".

Chanira ayudó a su amiga a adaptarse a su nueva vida. Al decimosegundo día, ya una ex diosa, Samita pudo salir al exterior.

Ahora está haciendo nuevos amigos en la escuela. "Es libre de salir", dice Chanira. "Y creo que es más feliz".