Click acá para ir directamente al contenido

La incómoda relación entre la democracia y el deporte

Nacieron juntos y algunas veces han estado revueltos. Aunque no está bien visto hoy en día que los deportistas se metan en política -y viceversa-, el uno no puede escapar del otro.

24Horas.cl TVN

Sábado 24 de enero de 2015

"Menos democracia a veces es mejor para organizar una Copa del Mundo".

Las palabras del secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, en la tensa víspera del Mundial de Brasil 2014 pueden haber sorprendido a algunos, pero sirven de recordatorio de que la relación entre el deporte y la democracia no es fácil.

El patrón de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone, es otra poderosa figura deportiva que no ha escondido sus preferencia por el totalitarismo.

El multimillonario generó indignación en 2009 cuando habló de su admiración por Adolfo Hitler por "lograr que las cosas se hicieran".

Y sin embargo, desde la antigua Grecia, cuna tanto de la democracia como de los Olímpicos, el deporte y la política han estado estrechamente vinculados.

Tal como apunta el profesor Paul Christesen en su libro "Deporte y democracia en el mundo antiguo y moderno", hubo una relación entre el advenimiento de la participación masiva en los deportes en los campos de la Inglaterra del siglo XIX y el otorgamiento de derechos políticos a la clase media.

El "deporte horizontal" autogobernado, como lo llama Christensen, promueve el concepto de equipos y clubes, nivelando las relaciones sociales entre las personas y actuando como una fuerza contra la discriminación.

En un plano fundamental, el deporte puede ayudarnos a confiar en los otros, estimulándonos a adherirnos a reglas sin que haya una coerción excesiva.

Por definición, las sociedades libres no pueden ejercer demasiados controles, así que el requerimiento del deporte de que los participantes deben querer respetar las reglas para poder participar puede tener un fuerte efecto democratizador.

Una herramienta poderosa

El deporte no necesariamente es igual a democracia, sin embargo.

Las regimentadas demostraciones gimnásticas de Corea del Norte y de la Alemania nazi, en las que el deporte es y era muy importante, son reflejo de un sistema político autoritario y no producen nada en términos de reformas.

Las protestas que hubo no hace tanto en Hong Kong evidencian que, en materia de democracia, los juegos olímpicos de Pekín no lograron casi nada de lo que muchos habían esperado en este frente.

Sin embargo, el deporte ha demostrado ser una fuerza increíblemente poderosa para el cambio.

La exclusión de Sudáfrica del movimiento olímpico en 1970, junto con los boicots del rugby y del cricket contribuyeron a poner fin a la era del apartheid.

Las olimpiadas de Seúl han recibido amplio crédito por haber encendido las manifestaciones que resultaron en la caída del gobierno liderado por Chun Doo Hwan, entre otros ejemplos.

Potencial de propaganda

Desde los juegos olímpicos de 1936 en la época de Hitler, las dictaduras han usado los eventos competitivos como una forma de propaganda, para desviar la atención de sus actividades menos atractivas.

Incluso hoy, en el siglo XXI, parece que cada vez hay más competencias de alto calibre que se llevan a cabo en Estados autoritarios, los cuales las usan para ganar legitimidad política y fortalecer el poder de sus líderes.

El deporte ahora parece que están volteando la mirada hacia el este, hacia países donde el dinero, más que la libertad, manda.

Gracias a su vasta riqueza, el mundo árabe está convirtiéndose en un verdadero centro deportivo. Dubai y Abu Dhabi, en particular, están siendo anfitriones de muchos eventos globales, patrocinando camisetas y estadios y comprando activos en el mundo deportivo.

Al hacerlo ganan exposición, mejoran su imagen y acumulan "poder blando" entre sus socios comerciales y militares en el mundo occidental.

Por ejemplo, este verano boreal Azerbayán será sede por primera vez de los Olímpicos Europeos, a pesar de figurar en el puesto 156 de 179 en el índice de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras. Esto ha sido calificado por Amnistía Internacional como un "ejemplo modelo de cómo lavar la imagen de un país a través del deporte".

Del mismo modo, Rusia -que fue sede de los juegos de invierno de Sochi y alojará la Copa del Mundo en 2018- está organizando más eventos en los próximos años que ningún otro país, a pesar de la continuada controversia sobre su manejo de la libertad de expresión.

Violaciones de derechos humanos

El año pasado, Amnistía Internacional le exigió al Comité Olímpico Internacional que llamara a capítulo al liderazgo ruso por la "descarada violación de los derechos humanos" en el contexto de los juegos de Sochi.

Cuando la lista de posibles sedes para la misma cita en 2022 se redujo a dos ciudades en Estados represivos -Pekín y Almaty, en Kazajistán- el COI aprobó una serie de reformas que buscaban animar a países más democráticos a postularse para recibir estas competiciones.

Por primera vez, la protección de los derechos humanos se incluirá en los contratos con las ciudades anfitrionas.

"Esta reforma debería darle músculo al idealista lenguaje olímpico según el cual el deporte puede ser 'una fuerza para el bien'", dice Minky Worden, portavoz de Human Rights Watch.

Pero así como ha sido acusado de ignorar deliberamente violaciones a los derechos humanos, el deporte puede a veces ser directamente responsable de cometerlas.

La FIFA ha sido criticada por su decisión de entregarle la Copa del Mundo 2022 a Qatar, donde el abuso de trabajadores inmigrantes en la construcción de la infraestructura para el torneo sigue causando preocupación. La Fórmula 1 ha sido responsabilizada de las medidas enérgicas que se aplican en Baréin cada vez que se avecina el Gran Prix del atribulado reino.

"Del presidente de la FIFA, Sepp Blatter, a Bernie Ecclestone, el deporte no es ajeno al mandato dictatorial".

¿Debería sorprendernos esto?

Play the Game, una iniciativa que busca promover la transparencia y la libertad de expresión, argumenta que hay poca democracia en el deporte.

Su "Índice de poder político del deporte global" encontró que sólo cuatro de 16 federaciones deportivas han publicado balances auditados y que sólo dos tienen una comisión de atletas.

Patrocinio estatal

Otra arista que muestra la complicada relación entre el deporte y la democracia es la explotación del deporte para sus propios fines por parte de gobiernos no precisamente democráticos.

Durante la Guerra Fría, las naciones comunistas usaban las medallas olímpicas como forma de probar la superioridad de su ideología sobre el capitalismo.

Con el mayor control de la población les fue posible implementar un método más industrial de "producción de atletas", que incluía la reclusión de jóvenes talentosos en bases de entrenamiento bajo condiciones que Occidente consideraba exageradas.

En los nueve juegos olímpicos en los que participó la Unión Soviética, se ubicó en el tope del medallero seis veces, con un promedio de 112 por juego más que Estados Unidos.

Al final de la Guerra Fría, muchos entrenadores soviéticos encontraron trabajo en China, lo que le dio un notable impulso a sus programas para lograr el éxito deportivo.

Pero, ¿qué papel juegan los deportes en las democracias?

Con frecuencia se nos dice que el deporte y la política no deben mezclarse. La mayoría de las organizaciones deportivas tratan mantener a los gobiernos al margen de sus asuntos.

Pero como los boicots sucesivos de las olimpíadas de los años 80 demostraron, el deporte no puede sustraerse del mundo real.

Y cuando se trata de impulsar causas políticas, con frecuencia puede resultar más poderoso que los políticos.

Acciones inspiradoras

Sólo hay que pensar en la fuerza de las cuatro medallas de oro de Jesse Owens en 1936, que destruyeron el plan de Hitler de demostrar la superioridad de la raza aria, o en los puños en el aire de John Carlos y Tommie Smith en el podio de 1968 en el icónico momento del Saludo del Poder Negro.

Pero con toda su fama y su fortuna, parece que los atletas de hoy están menos dispuestos a participar en política.

"Los atletas de hoy tienden a estar tan enfocados en sus propias burbujas, que el mundo les pasa por al lado", dice el profesor Alan Bairner, de la Universidad Loughborough, en Reino Unido.

Para añadir a la mezcla, el deporte se pone "nervioso" cuando uno de los suyos da muestras abiertas de opinión política.

A Mohamed Alí le quitaron el título mundial de los pesos pesados por rehusarse a ir a Vietnam.

Por ejemplo, cuando el tenista Andrew Murray expresó su apoyo a la opción del "sí" en el referendo por la independencia de Escocia a través de Twitter el año pasado, recibió una andanada de críticas, que lo llevaron a manifestar rápidamente que se arrepentía de haber dado a conocer su opinión.

La mezcla del deporte y la política es, sin duda, una combinación difícil.

Sin embargo, el papel del deporte en la sociedad, sea democrática o no, sigue siendo significativo. El deporte y la política no pueden escapar el uno de la otra.

Están tan entrelazados como los propios aros olímpicos.

Foto: BBC.