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Las "velódromos" que nacieron de las bombas de la Segunda Guerra Mundial

Con bicicletas olvidadas y cascos improvisados, los "niños derrapando" fueron un boom deportivo en Reino Unido, hasta el punto que la televisión transmitió las carreras que nacieron de las ruinas de la guerra.

24horas Administrator

Lunes 27 de abril de 2015

Emma Ailes BBC

Tenía los rasgos tipicos de la juventud: irreverente, ilegal, rompía con el molde de lo conocido y marginaba a los adultos.

Los skid kids o "niños derrapando" fueron una sensación en la postguerra en Reino Unido, hasta el punto de hacer popular un deporte que nació de las cicatrices que dejaron las bombas en las ciudades.

"Las ruedas traseras giraban de manera salvaje, las cenizas se levantaban y otro ciclista aterrizaba con su casco, manos y rodillas..."

Esta escena fue descrita por las publicaciones The News Chronicle y Sunday Illustrated en 1950, después de que cientos de personas se congregaron alrededor de un "velódromo" improvisado en el lugar en el que había caído una bomba en el sur de Londres para presenciar el deporte de moda: el speedway en bicicleta.

 

 

Esta modalidad, adaptada de las carreras de motocicletas en óvalos de tierra, surgió de la inquietud de varios grupos de adolescentes que recuperaban bicicletas olvidadas, sin cambios ni frenos, para retarse sobre la pista.

Los skid kids eran como bandas juveniles, uniformados con cascos improvisados, chalecos de cuero y petos, en los que lucían orgullosos el emblema, hecho a mano, del equipo que representaban.

Cultura juvenil

Para 1949, el Daily Graphic hizo un cálculo que había entre 30.000 y 100.000 adolescentes participando en estas carreras alrededor del país.

 

Las pruebas llegaron a ser televisadas por la BBC, y periódicos de circulación nacional, como Daily Mail, News of the World y World and the Star ofrecían los resultados.

Sólo en el este de Londres se contabilizaron 200 clubes, pero el interés llegó a todas las ciudades que sufrieron los efectos de los bombardeos: Portsmouth, Newcastle, Birmingham, Glasgow y Cardiff, entre otras.

 

Una de las estrellas de entonces fue Len Finch, quien creció durante la guerra en la urbanización de Walthamstow, en el noreste de Londres.

"Donde viví cayeron muchas bombas, lo que atraía a los niños, ya que eran tierras salvajes", recordó Finch, quien comenzó a competir a los 16 años en 1946.

"Mi bicicleta era un viejo cuadro, que mi papá compró por 5 chelines, y ruedas usadas. No tenía frenos ni nada. El manubrio estaba doblado hacia arriba como los cuernos del toro. La gente solía aprovechar las tuberías de gas".

Finch formó parte del Walthamstow Wolves (los lobos) y competía por diferentes partes de Londres contra los Warwick Lions en Hackney (los leones), los Tottenham Kangaroos (los canguros), los Beckton Aces (los ases) y los Portway Penguins (los pingüinos).

Uno de los mejores equipos fue el Stratford Hammers (los martillos), que competía en una zona bombardeada en West Ham, hogar del equipo de fútbol que comparte el mismo nombre.

 

En una época de austeridad y racionamiento, estos lugares ofrecían un "paraíso" de libertad a los niños en las ciudades, comentó el historiador deportivo Simon Inglis.

"Fue el nacimiento de una cultura juvenil que no existía antes, que permitía a los niños tener una identidad completamente distinta a la de sus padres. El speedway en bicicleta era algo que los adultos no hacían", explicó.

Popularidad

La proliferación de equipos también hizo que aumentara el número de aficionados al deporte.

 

Fue inevitable que surgiera un ente oficial y que se construyeran pistas "adecuadas".

Los ciclistas se convirtieron en celebridades en sus respectivas áreas y las carreras tuvieron proyección internacional.

Un registro de la época menciona que unas 10.000 personas presenciaron una prueba entre Inglaterra y Holanda en Earls Court, en Londres, en 1950.

Joe Foster, hoy de 79 años, recordó para la BBC su época como competidor.

"Tenías que ser sobresaliente para entrar en un equipo. Algunos ciclistas eran héroes... y sin duda que recibías el reconocimiento de las mujeres jóvenes".

Freno

Pero no todos se enamoraron de la nueva moda.

La policía advirtieron a los competidores de no utilizar esas bicicletas en las calles y la iglesia objetaron su práctica al decir que apartaba a los jóvenes de la escuela dominical.

 

Hubo autoridades municipales que se opusieron al uso de esos lugares para la práctica deportiva arguyendo que era "ruidoso, indecoroso e innecesario".

Según un informe de la época, el municipio de Paddington llegó a incendiar una pista en respuesta a quejas sobre "lenguaje obsceno y vandalismo".

Frente a las acusaciones y denuncias, hubo quienes salieron en defensa del deporte. Una de ellas fue Jean Shillibeer, secretaria de los Claphma Panthers (las panteras).

"Los aleja de las pandillas y desarrolla en ellos el espíritu de equipo", haciendo referencia a los jóvenes que participaban en las pruebas.

"Los chicos trabajan duro para mantener sus pistas y cada uno de ellos parece encontrar un don para algo. Está el que encuentra que es bueno para reparar las bicicletas, otro que sirve para la organización, otro para pintar y así sucesivamente".

Pero el tiempo fue el responsable de bajar la bandera a cuadros a finales de los 50.

Las pistas fueron despejadas, los ciclistas potenciales fueron reclutados por las fuerzas armadas para cumplir con el servicio militar y la mayoría de los clubes fueron desapareciendo.

 

 

Lo que quedó de aquella época fueron las fotografías, los recortes de prensa y las memorias de los días derrapando por el polvo.

El deporte ya no cuenta con esa aureola de antaño, pero todavía existe, y junto a él sigue pedaleando Finch, a sus 84 años.

"Todo el mundo dice que si ya no es tiempo de dejarlo. Y siempre les digo a los que son mayores que yo que es tiempo que ellos lo dejen y nos den una oportunidad a nosotros los jóvenes".

"¿Por qué sigo haciéndolo? Es algo que entra en tu sangre, es todo lo que puedo decir", concluyó Finch.