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Malaysia Airlines MH17: un año sin respuestas

En el anivesario del derribo en Ucrania del MH17 con 298 personas a bordo, la periodista de la BBC Natalie Antelava recuerda lo sucedido a través de la historia de dos hermanas, un minero y un brazlete unidos por la tragedia.

24horas Administrator

Viernes 17 de julio de 2015

Cuando el vuelo MH17 de Malaysia Airlines fue derribado en el este de Ucrania hace un año, la periodista de la BBC Natalia Antelava reportó desde el lugar. Un encuentro fortuito le dio una conexión personal con uno de los pasajeros que murió. Y, según describe aquí, la llevó a encontrar a la hermana de esa víctima.

La partera le había dicho que llegaría antes de las cena, pero para las tres de la tarde, era claro que el bebé no iba a esperar tanto.

A medida que su contracciones -y el dolor- empeoraban, Babs Baay se arrastró a la única habitación de su minúsculo apartamento en la localidad holandesa de Breda. Pensó en pedir ayuda, pero no lo hizo, así que terminó dando a luz sola, en el piso, afortunadamente sin problemas.

"No sé por qué no llamé a nadie", me dice dos meses después de aquel episodio. "Creo que porque la única persona que realmente quería que estuviera ahí era la única que no podía hacerlo".

Esa persona era su hermana Joyce.

"Ella lo era todo: mi amiga, mi compañera, mi hogar. Lo discutíamos todo juntas, sea el trabajo, las relaciones, emociones o enfermedades".

Joyce iba a acompañarla en el parto, aun cuando viajaba mucho. Hacía poco había sido seleccionada para guiar a un grupo de turistas holandeses en Malasia. Era un cambio potencial en su carrera que podría llevarla a viajar todavía más, una perspectiva que la emocionaba. El 17 de julio, abordó el vuelo MH17 de Malaysian Airlines de Ámsterdam a Kuala Lumpur.

 

Su plan era estar de vuelta en un mes.

"Documentos"

El Boeing 777 fue derribado cerca de la frontera entre Rusia y Ucrania, en un área controlada por rebeldes independentistas apoyados por Moscú.

El 19 de julio, llegué a la escena, cerca de la localidad de Hrabove. Entre unos hermosos campos de girasoles estaban los cuerpos esparcidos de los 298 pasajeros y tripulantes.

Algunas cosas que vi fueron horribles, otras dolorosamente conmovedoras. Una vez tropecé con un frasco de crema facial. ¿Era de un turista? ¿Uno de los prominentes investigadores en materia de sida que iban a bordo, camino a una conferencia? ¿Una mujer de negocios, tal vez? ¿Era la madre de alguno de los 80 niños que iban a bordo?

Recuerdo a un hombre que sollozaba al borde de la carretera. Parecía un periodista y le hablaba a alguien por teléfono. Le describía botellas de whisky compradas en el duty-free que vio entre los escombros. Como el resto de nosotros, no entendía cómo unas botellas de alcohol sobrevivieron a una caída que mató a tantos.

Los rebeldes estaban en estado de shock y pánico. Quienquiera que hubiera derribado el MH17, claramente no lo tenía planeado.

Dijeron que garantizarían el trabajo de un equipo internacional de rescate si se acordaba una tregua con Kiev. Pero en su lugar, lanzaron su propia operación apresurada, con la ayuda de cientos de mineros locales que ayudaron a peinar el terreno.

Fue uno de esos mineros, un hombre joven y delgado con el rastro manchado de carbón, el que se me acercó el 19 de julio. "Documentos", dijo, entregándome una identificación y una billetera. "¿Qué hago con ellos? Por favor entrégalos", dijo, alejándose antes de que pudiera responderle.

Le entregué los papeles a los rebeldes a cargo, no habiendo nadie más. Pero el nombre en la identificación se me quedó grabado: Joyce.

El 11S de Holanda

Mucho después de que dejé Ucrania, seguí pensando en Joyce.

En los meses que siguieron logré localizar a su hermana, Babs. Estaba embarazada y acordamos vernos después de que naciera el bebé. El plan era que, después de reunirme con ella, viajaría a Ucrania para encontrar al minero que me dio sus documentos. Eran dos personas -Babs y el minero- cuyos mundos colidieron cuando el avión cayó, cuyas vidas cambiaron para siempre. Quería saber por qué.

 

"El 11 de septiembre de Holanda", así es como un portavoz oficial me describió el derribo del MH17. Había ciudadanos de diez países en ese vuelo, pero el grupo más grande era de holandeses. El total de 193 nacionales de ese país muertos en el incidente excede la cifra de homicidios en suelo holandés en un año normal.

El gobierno de Holanda dice que la investigación de lo que le pasó al MH17 es de alta prioridad, muchos están descontentos con lo que ha demorado.

Las conclusiones no se conocerán hasta octubre. El informe preliminar de septiembre dice que el avión se partió después de ser penetrado por "objetos de alta velocidad", lo que parece apoyar la sospecha de que fue derribado por un misil antiáereo Buk.

Poco antes del ataque, los rebeldes se habían ufanado de tener acceso a un Buk de fabricación rusa, pero subsecuentemente ellos y sus aliados en Moscú insistieron en que la aeronave cayó en un ataque por aire con un avión de combate ucraniano. Más recientemente, los rebeldes aceptaron que un misil Buk estuvo involucrado, pero insistieron en que fue lanzado en el lado ucraniano.

Abrumador contraste

Babs no sabe quién mató a su hermana y acepta que quizás no lo sepa nunca. Pero eso ha cambiado la forma en que ve al mundo, dice. Ahora sigue con cuidado los acontecimientos en Ucrania, de los que antes no sabía nada.

Dice que no puede ver ni pintado al presidente ruso, Vladimir Putin. Con frecuencia se conecta a foros de familiares de las víctimas. Recientemente alguien publicó fotografías tomadas dentro del avión antes del desastre que estaban en un celular recuperado de entre los escombros.

"Imagínate", me dice Babs, mostrándome las fotos de rostros sonrientes en sus asientos. "Esa puerta se cerró y eso fue todo. Este avión fue su ataúd".

Babs me habla de la llamada que le informó del incidente, de cómo se registró en un hotel en Ámsterdam con otros familiares, de cómo pasaban su duelo juntos pero eso no les ofreció ningún consuelo.

Tras siete días de negociaciones, los holandeses lograron enviar aviones militares para repatriar los primeros 80 cuerpos.

Yo recuerdo la ceremonia en los campos chamuscados, los escombros y los hombres en camuflaje que ondeaban banderas y ladraban órdenes.

En el aeropuerto militar de Eindhoven, a un mundo de distancia, decenas de carrozas fúnebres estaban perfectamente alineadas y una nación contenía la respiración cuando esos aviones militares comenzaban a aterrizar. El contraste entre el caos de una Ucrania en guerra y la recepción solenme y coreografiada en suelo holandés era abrumadora.

Babs nunca sabrá cuál ataúd llevaba a su hermana. La identificación tomó semanas. Pero recuerda el día en que le trajeron sus pertenencias, todas envueltas en papel blanco, incluidos los documentos que me dio el minero.

El brazalete

Le digo a Babs que voy a volver a Ucrania en busca del minero. Me pide que le dé las gracias. Y luego me habla de algo que falta entre sus pertenencias: un brazalete de plata que siempre llevaba puesto. Me pide que lo busque.

 

En estos días viajar a Ucrania es complejo. Además de cruzar los muchos puntos de control, hay que tener permisos especiales. Yo los tenía, pero las autoridades de la auto proclamada República Popular de Donetsk me los revocaron. Y dijeron que no es negociable.

La razón parece ser un reportaje de televisión que hice en mi último viaje, sobre una niña de 10 años que supuestamente murió durante un bombardeo ucraniano de Donetsk.

Vi el reportaje en la televisión y decidí perseguir la historia. Lo que encontré es que no sólo no hubo ningún bombardeo ese día, sino que la niña nunca existió. Periodistas rusos admitieron en cámara que habían fabricado la historia "porque tenían que hacerlo".

Este es solo uno de muchos ejemplos de la guerra de propaganda entre Rusia y Ucrania. El vuelo MH17 está en el corazón de esa guerra.

Los periodistas ucranianos apoyan la versión de que fue derribado por un misil Buk. La televisión rusa ha presentado teorías alternativas.

"¿Sabías que el avión fue precargado con cadáveres en el aeropuerto de Schipol?", me dijo una vez el portavoz rebelde Eduard Basurin. "Era parte de un plan para hacernos quedar mal".

Como no logré convencer a las autoridades de que sólo buscaba a un minero y un brazalete, recurrí a una periodista local, Katya Malofeyeva, quien planeaba viajar a las localidades cercanas al incidente. Se ofreció a preguntar por ellos.

 

Katya volvió con grabaciones de pobladores locales, todavía claramente traumatizados por lo sucedido. Y también con el testimonio de una mujer, llamada Marina, según la cual su vecina había encontrado un brazalete similar en su jardín, en el que no se había aventurado desde que un cuerpo cayera en su cultivo de calabacines.

Resultó no ser el brazalete correcto, pero las mujeres le aseguraron que hay buenas posibilidades de que logre dar con él. "La gente aquí sigue encontrando cosas, devolvemos todo", dice Marina.

Los locales son sensibles acerca de las acusaciones de saqueo. Personalmente vi desaparecer cosas en el caos de aquellos primeros días.

 

Cada vez que llegaba al lugar, la pila de pertenencias al lado de la vía era más pequeña. Esa botellas de whisky, por ejemplo, habían desaparecido al tercer día.

Pero también hubo mucha gente, como aquel minero, que se preocupó por devolver lo que encontró.

Katya le mostró su foto a todo el que vio, pero resultó que era un grupo traído de otra áerea. Seguimos tratando de encontrarlo. Pero en el último año miles han muerto en los combates y otros tantos han abandonado la zona.

Katya seguirá buscando el brazalete. Babs estará esperando: por el brazalete y, como el resto de la nación, por respuestas.