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El pueblo alemán que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial e hizo que Hitler se arrepintiera

La investigación y desarrollo que se llevó a cabo aquí fue crucial no sólo para el curso de ese conflicto bélico, sino que impactó sobre el futuro de las armas de destrucción masiva y de los viajes espaciales.

BBC Mundo

Domingo 23 de julio de 2017

Al igual que muchas personas, inicialmente visité la isla alemana de Usedom por sus playas de arena, el fischbrotchen (un sándwich de pescado local) y los pintorescos pueblos costeros, como Heringsdorf.

El pequeño y remoto complejo fue popular entre la realeza prusiana y, más tarde, entre los alemanes orientales. Pero entre 1936 y 1945, los nazis ocuparon el pueblo con un propósito más oscuro.

Peenemünde se encuentra al otro lado de la desembocadura del río Peene en el mar Báltico.

En 1935, el ingeniero Wernher von Braun identificó el lugar, con un terreno de pruebas de 400km en la costa alemana, como el lugar perfecto y secreto para desarrollar y probar cohetes.

Así comenzaron los intensos trabajos de construcción en el centro de rearme más grande y moderno del mundo.

Alrededor de 12.000 personas trabajaron en los primeros misiles crucero y en los cohetes de gran escala en plenitud de capacidades de funcionamiento, en un área de 25 kilómetros cuadrados.

La investigación en Peenemünde no sólo fue crucial para el curso de la mayor guerra de la historia, sino que impactó en el futuro de las armas de destrucción masiva, así como los viajes espaciales.

Hoy todo lo que queda del complejo es una antigua central eléctrica de ladrillo rojo que alberga el Museo Técnico Histórico de Peenemünde.

Cuando visité el edificio sólido y rectangular, las chimeneas oxidadas y los modelos de cohetes dispersados en los jardines del museo daban una impresión escalofriante.

Pero dentro, las exhibiciones -desde documentos antiguos a trozos de timones metálicos rotos y doblados, colas de cohetes y bombas turbo- me asombraron mucho.

El gran escéptico

El siniestro acoplamiento de los avances científicos con intenciones tenebrosas fue reflejado por el líder militar del programa de cohetes, Walter Dornberger.

En un manuscrito de un discurso de 1942, Dornberger escribió que el exitoso lanzamiento reciente del Aggregat 4 (A-4) -el primer cohete de largo alcance del mundo, también conocido como el V2, o el "arma de venganza"- era el sueño dorado de un ingeniero: "haber desarrollado un artefacto que, siendo una de las invenciones más revolucionarias de las épocas recientes, dará a su propio Estado una superioridad militar, económica y por lo tanto política".

Pero mientras que los líderes del programa, como Dornberger y von Braun, así como figuras clave del régimen nazi, como Albert Speer, responsable de los edificios militares en Peenemünde, creían que los cohetes serían vitales para ganar la guerra, una persona permaneció escéptica: Hitler.

Peenemünde no estaba completamente terminado cuando Hitler declaró la guerra en 1939.

Así comenzó una lucha por la prioridad, el personal y los materiales, tras el inicial financiamiento ilimitado del programa de cohetes.

Sólo después de que Dornberger y von Braun presentaran una película del exitoso lanzamiento de A-4 a Hitler, este dio luz verde al arma.

Para entonces la situación era desesperada, y una circunstancia histórica perturbó el sitio.

En junio de 1943, 2.500 prisioneros del campo de concentración fueron forzados a ayudar en la prevista producción en serie del cohete.

Las listas de nombres conservadas muestran que estos trabajadores esclavos procedían principalmente de Francia, Bélgica y los Países Bajos ocupados.

Trabajaron bajo condiciones terribles en las armas que causarían terror y devastación en sus patrias.

Alrededor de la misma época, en el verano de 1943, la inteligencia británica se dio cuenta de la importancia de Peenemünde.

Los vuelos de reconocimiento y las fotografías aéreas señalaron el desarrollo y la producción de armas alemanas de largo alcance, algo que había que detener.

...que después se arrepintió

En la noche del 17 de agosto, la Fuerza Aérea Real llevó a cabo la Operación Hidra, la mayor acción británica contra un único objetivo durante la Segunda Guerra Mundial.

Aunque el bombardeo fue en gran medida infructuoso, retrasó la producción y la obligó a trasladarse a Mittelwerk, en el centro de Alemania.

En 1944, Hitler se dio cuenta de su error de cálculo y expresó a Dornberger su pesar por no haber aprobado el proyecto antes.

"He tenido que disculparme sólo con dos hombres (...): el mariscal de campo von Brauchitsch, (a quien no) escuché cuando me dijo lo importante que era su investigación, y usted". Adolf Hitler.

"He tenido que disculparme sólo con dos hombres en toda mi vida. El primero fue el mariscal de campo von Brauchitsch. No le escuché cuando me dijo una y otra vez lo importante que era su investigación. El segundo hombre es usted", dijo.

Pero el final de la guerra no significó el fin del trabajo realizado en Peenemünde.

Después, los aliados buscaron adquirir la tecnología contenida en el A-4/V-2, el primer misil para lanzar una ojiva grande durante una trayectoria predeterminada.

Científicos e ingenieros de cohetes alemanes que trabajaban para el régimen nazi recibieron la ciudadanía y el empleo en la URSS, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos.

El más famoso, von Braun, vivió en EEUU y trabajó para la NASA, donde desarrolló los cohetes que lanzaron los aterrizajes lunares tripulados de Apolo.

Además de impactar la carrera espacial y los misiles guiados de la Guerra Fría, la investigación y desarrollo realizado en Peenemünde influyó en los avances posteriores en la ingeniería de cohetes.

Quizás, sin embargo, el legado más importante de Peenemünde son las reflexiones que plantea sobre el impacto de la tecnología y el papel de científicos e ingenieros en un contexto más amplio.

El curador del museo, Dr. Philipp Aumann, me dijo: "El progreso y la innovación son un aspecto clave de las sociedades modernas y nosotros, como sociedad, influimos en lo que se investiga y desarrolla".

La vigencia de Peenemünde ha inspirado a artistas internacionales como el pintor catalán Gregorio Iglesias Mayo y el mexico-americano Miguel A Aragón a interactuar con el sitio.

Mayo pintó un lienzo de 36,8 x 12,1 metros en el patio del museo, que refleja la dimensión humana en relación con los aparatos técnicos de gran escala.

Para él, Peenemünde es un "lugar donde también había un campo de concentración, un lugar de investigación, creación, inteligencia, debilidad, contrastes, frustración, desamparo y la lucha por las cosas más rudimentarias".

Además de utilizar el arte visual como una forma de procesar la historia, el museo acoge conciertos de la Filarmónica del Mar Báltico en la antigua sala de turbinas de la central eléctrica.

El sitio, que alguna vez amenazó con destruir a Europa, ahora reúne a destacados músicos de los 10 países de la región. En 2002, el museo fue galardonado con la Coventry Cross of Nails por sus esfuerzos hacia la reconciliación y la paz.

Ahora, cada vez que visito la soleada Usedom, Peenemünde me atrae a sus muchos matices de luz y grisura.