Desde las 7 de la mañana la expectativa era alta. En la caleta de Coquimbo, entre el fileteado y la merluza fresca, ya contaban las horas para ver a la roja en acción.
Ya por la tarde, en muchos lugares de trabajo dieron facilidades para que los hinchas llegaran luego a sus hogares. Pero, nuevamente, fue la locomoción pública lo que los mantuvo al filo de la histeria.