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"El chimpancé de los selfis" de Irak se refugia en Kenia

Manno fue separado de su madre por unos traficantes y vendido a zoos donde lo obligaban a fumar cigarros y comer dulces que le provocaban diarreas, hasta que una ONG lo salvó.

Agencia AFP

Viernes 9 de diciembre de 2016

El chimpancé Manno tuvo una vida difícil. Los traficantes lo vendieron tras separarlo de su madre y hasta hace poco fumaba cigarrillos vestido como un niño en los selfis de los visitantes de un zoológico del Kurdistán iraquí. Ahora vive en Kenia.

Los dulces y refrescos azucarados que le obligaban a tomar le provocaban diarreas constantes; al anochecer lo encerraban en una jaula de apenas un metro cuadrado por dos de alto, en el zoológico de Dohuk, a 70 km al norte de Mosul.

Este macho de cuatro años pudo marcharse gracias a la movilización de organizaciones, de particulares y a la cooperación del gobierno autónomo del Kurdistán iraquí. Lo acogieron en un santuario keniano que desde 1993 recoge a los chimpancés, una especie amenazada.

 

"Durante el transporte de Manno entre Dohuk y el aeropuerto de Erbil (capital del Kurdistán iraquí), el convoy pasó a una veintena de kilómetros de Mosul", ciudad que el ejército iraquí intenta arrebatar al grupo Estado Islámico, explicó a la AFP Daniel Stiles, de la organización PEGAS, que lucha por prevenir el tráfico y la "esclavitud" de las cuatro especies de grandes monos africanos (gorilas de las montañas y de las mesetas, bonobos y chimpancés).

Pasó varios días en una caja de madera de un metro cúbico antes de llegar el 30 de noviembre al santuario de la reserva privada de Ol Pejeta, al pie del Monte Kenia.

En cuarentena

"Antes de juntarse con otros chimpancés debe pasar un tiempo en cuarentena", explica el veterinario y director del santuario, Stephen Ngulu, para asegurarse de que no tenga ninguna enfermedad que amenace a los otros 36 primates de la reserva.

Luego podrá integrarse en una de las dos comunidades de chimpancés que viven en este territorio boscoso de más de un kilómetro cuadrado, rodeado por un cierre eléctrico.

Para no trastocar el equilibrio del grupo ni generar rivalidad que pueda degenerar en violencia mortal, su integración será lenta, explica Ngulu.

Y es que Manno, separado de su madre poco después de su nacimiento, aparentemente en un parque zoológico de Damasco, no ha tenido el más mínimo contacto con otros chimpancés desde que en 2013 lo vendieron ilegalmente al zoo de Dohuk por 15.000 dólares (14.000 euros).

 

'No está deprimido'

Su cuarentena transcurre en una casa de 100 metros en la que se balancea de cuerda en cuerda y juega con ramas, peluches y pelotas. "Juega y se mueve sin parar, muy excitado", y "no parece deprimido", se congratula Ngulu.

No es muy común. Algunos huéspedes del santuario quedan traumatizados. Todos vivieron experiencias que les imposibilita la vuelta a su hábitat natural, la selva tropical de la cuenca de Congo y de algunas zonas de África Occidental.

Poco, un macho de 36 años, uno de los más ancianos, vivía en una jaula de menos de un metro cúbico en un garaje automovilístico burundés para atraer y divertir a la clientela. George era un animal de compañía en Sudáfrica, cuyos propietarios no supieron qué hacer con él cuando creció. Otros fueron incautados en aeropuertos.

El santuario "no es su entorno natural" y el chimpancé no es una especie de Kenia, reconoce Richard Vigne, director de la reserva de Ol Pejeta. "Pero es mucho mejor que lo que vivieron antes".

El chimpancé, añade, es una especie "en peligro de extinción", según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Hay unos 250.000 ejemplares.

Captar la atención

Las principales amenazas para la especie son la caza furtiva (un ejemplar puede valer hasta 40.000 dólares) y la destrucción de su entorno.

"A los adultos los matan por su carne, a los jóvenes para venderlos, en el pasado para experiencias médicas y más recientemente como animales domésticos o para zoológicos", detalla Vigne.

"El problema es que los más pequeños son muy simpáticos y a la gente les gustan. Pero cuando crecen se vuelven más agresivos y menos llevaderos, sobre todo los machos, y acaban confinados en jaulas pequeñas..."

El traslado de Manno a Kenia costó unos 10.000 dólares. Vigne se adelanta a las posibles críticas: ayudar a un chimpancé en un país en guerra no te convierte en una persona insensible al sufrimiento humano, dice. "Otros optaron por ayudar a la gente, nosotros llevamos a cabo el combate que nos hemos fijado, con el dinero que se nos ha dado para ello".