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Cómo enfrentar el cambio de la niñez a la adolescencia de nuestros hijos

La transición desde la infancia hacia la adolescencia es lo que se denomina pre-pubertad. Un proceso donde los niños presentan importantes cambios madurativos, tanto física como emocionalmente.

24Horas.cl TVN

Sábado 29 de agosto de 2015

Los papás tienen que lidiar con diversas situaciones en el transcurso del  desarrollo de sus hijos, pero cuando llegan a la edad en la que no son tan niños ni tampoco jóvenes, tienen comportamientos que a sus progenitores les cuesta entender. Cambios en el estado de ánimo, actitud opositora y desmotivación, entre otros, son actitudes que confunden y preocupan a sus padres.

Claudia Badilla, psicóloga de Clínica Ciudad del Mar sostiene que lo esencial en este periodo es comprender,  flexibilizar, guiar  y estar disponibles, sin perder el rol de padres. “Es clave que los papás comprendamos que esta es una etapa de cambios y que es favorable ir adecuándonos en nuestro desempeño a los requerimientos de los hijos en cada etapa”.

 

La pre-pubertad se presenta con una serie de cambios en el organismo, en su configuración y funcionamiento, que van de la mano con cambios psicológicos. A nivel físico, los cambios son evidentes, como el aumento de vello pubiano y axilar, crecimiento de los órganos sexuales, aparición de tejido mamario en la mujer, desarrollo muscular y estirón en el varón. Además,  existe descoordinación motora, cambios en la voz y en la piel, y finalmente la producción de hormonas sexuales, que dan paso a la madurez sexual, posibilidad de eyaculación y menarquia.

En el aspecto psicológico, el pre-púber alcanza un pensamiento lógico abstracto, que lo habilita para hacer hipótesis y deducciones, expresando críticas, idealismo y desconcentración. Los cambios físicos generan inhibición, restricción de la espontaneidad, en tanto que lo hormonal  provoca aumento de impulsividad, fluctuaciones anímicas desde el aburrimiento y apatía, a la inquietud y estallidos emocionales. Se presenta mayor introversión, preocupación por aspecto físico, reducción del grupo de amigos y primeros enamoramientos.

 La actitud “opositora-negativista”, propia de esta edad, tiene explicación desde la perspectiva de que los niños necesitan diferenciarse para luego reconocerse a sí mismos. “La pubertad involucra el inicio del proceso de estructuración de la identidad, por ello es que lo importante es permitirle al niño cumplir con esta tarea evolutiva, aportándoles seguridad y aceptación”, señala Claudia Badilla.

 

 El equilibrio entre permitir y proteger

Muchos de los cambios de este periodo, en especial los cambios de humor, distanciamiento de la familia, rebeldía y orientación hacia los amigos, son aspectos que  los padres suelen interpretar como exclusión, rechazo o “traición”, especialmente aquellos que coincidentemente están  cursando por la crisis de la edad media, al pensar en esa dirección experimentan temor,  frustración, pudiendo alejarse, reprocharlos, restringirlos o culparlos.

“Hay que comprender que estos cambios y comportamientos son parte del desarrollo normal de los hijos y necesarios para el adecuado desarrollo adulto y que  es una etapa vital limitada en el tiempo”, manifiesta la especialista.

Por otro lado, uno de los mayores temores de los papás ante esta nueva etapa,  tiene relación con  las conductas de riesgo que pudiesen adoptar sus hijos, como el consumo de alcohol, drogas, amistades “inapropiadas” y sexualidad irresponsable, comenta la psicóloga Claudia Badilla.

 Si bien es cierto que los hijos necesitan  espacio para conocerse a sí mismos, es importante que los padres y la familia estén presente, pues siguen siendo fundamentales como referentes en el comportamiento del hijo. “Conseguir el equilibrio entre dar más espacio y a la vez proteger a los niños es difícil, pero es posible mediante estrategias adecuadas de manejo”, enfatiza Badilla.

 Recomendaciones para los papás

La psicóloga entrega algunas pautas para poder enfrentar este periodo de grandes cambios a nivel familiar:

-Empatizar con el niño, quien siente por un lado el impulso y atracción por experimentar,   a la vez inseguridad ante lo desconocido y culpa al cuestionar el control de los padres.

-Estar disponibles en rol parental. Ser padres cercanos (no como amigos), comprensivos, comprometidos, asegurando aceptación y afecto incondicional.

-Corregir las conductas inadecuadas, sin juzgar al niño, sino a esa conducta en particular, validándolo a él  como persona y la posibilidad de aprender de los errores. 

-Flexibilizar para permitir el ejercicio de sus nuevas habilidades. Esto no significa eliminar los límites, es adecuarlos a los nuevos requerimientos. Si hay una buena relación padres – hijos, se puede hacer partícipe al niño en la elaboración de estas nuevas normas, sin olvidar  monitorear su cumplimiento.

-Proteger, tomar precauciones respecto a los riesgos, supervisar y ofrecer ayuda.

-Dialogar acerca de los diferentes puntos de vista, exponer el propio con consistencia y sin invalidar ni burlarse de sus opiniones. De este modo, es probable que el niño considere el criterio de sus padres al definir el propio.

-De manera preventiva, apoyar desde temprana edad el desarrollo saludable. Un niño con una adecuada imagen personal, autoestima, integración al medio, tendrá una mejor adaptación a estos cambios.

-Es importante discriminar cuando es un comportamiento propio de crisis normativa de la edad y cuando se escapa de ello. Si hay dudas, es mejor consultar con un especialista.