Click acá para ir directamente al contenido

Los momentos mas íntimos de Gabriel García Márquez

El también escritor y amigo del "Gabo" inmortalizó en un libro las distintas y desconocidas facetas del Premio Nobel.

José Morgado

Jueves 17 de abril de 2014

Una serie de momentos íntimos que muestran las facetas más desconocidas del recién fallecido escritor colombiano Gabriel García Márquez.

Eso fue lo que inmortalizó  el periodista Plinio Apuleyo Mendoza en el libro "Aquellos tiempos con Gabo", donde relató distintos episodios protagonizados por su amigo Premio Nobel de Literatura.

A continuación, revisa algunos episodios de dicha obra que fueron seleccionados por ABC, donde se puede conocer mejor a García Márquez:

- EL GABO JOVEN Y NO FAMOSO

"Estoy con un amigo cuando alguien lo saluda estrepitosamente desde lejos (…) Y en seguida, abriéndose paso entre las mesas atestadas, nos sorprende el relámpago de un traje tropical, color crema, ancho de hombros y ajustado en las caderas, traje increíble que habría requerido un fondo de palmeras (…) en las manos de quien lo lleva con tanto desenfado, un muchacho flaco, alegre, rápido como un pelotero de béisbol o un cantante de rumbas. Sin pedirle permiso a nadie, el recién llegado toma asiento en nuestra mesa (…) La atención del otro (Gabo) se ha desviado repentinamente hacia la camarera (…). El costeño la envuelve en una mirada húmeda, lenta y procaz, una mirada que va tomando nota del busto y las caderas (…) ¿Está noche? La muchacha (…) hace un gesto de fastidio. ¿Te aguardo esta noche?, insiste el otro, siempre con voz de susurro, al tiempo que su mano, al descuido, suave como una paloma se posa en el trasero de ella. Suelte, protesta la mujer, esquivándolo malhumorada (…) Debe de tener la regla, suspira al fin (…). Empiezo a ver al tipo con una especie de horror. He oído decir que los costeños atrapan enfermedades venéreas como uno atrapa un resfrío y que en su tierra hacen el amor con las burras".

- EL GABO QUE CAÍA MAL

"Era la noche de navidad, recuerdo. La navidad de 1955. García Márquez estaba recién llegado a París; estaba solo (…). Así que, pese a su mal humor, lo llevamos aquella noche a casa de un arquitecto colombiano amigo nuestro, Hernán Vieco, y de Juana, su mujer (…). '¿Por qué trajiste a ese tipo tan horrible?', me preguntó Juana en voz baja cuando nos disponíamos a salir. '¿Te parece horrible realmente?' 'Se da importancia' –dijo ella (…) Además, apaga los cigarrillos con la suela del zapato”. Tres días después, la nieve borraría para siempre aquellas impresiones".

- EL GABO MÍTICO

"Y he aquí que el glorioso reportero, el prometedor novelista recién llegado, viendo la nieve, la nieve cayendo, brillando, cubriéndolo todo de blanco, tocándole el bigote y el pelo, besándole suavemente la cara como una hada dulce y traviesa, se estremeció como una hoja. “Mierda”, exclamó. Y echó a correr. Corría y saltaba de un lado a otro por el andén, bajo la nieve, levantando los brazos como los jugadores de un equipo de fútbol cuando acaban de anotar un gol (…) Menos mal que es loco, pensé con alivio. Desde aquel preciso instante somos amigos”.

- EL POLO A TIERRA DE GABO

"Mercedes me resulta parecida a los personajes femeninos que en los libros de García Márquez, sosteniendo a pulso la vida de todos los días, garantizan la continuidad de las estirpes. Ella representa en la vida de Gabo un eje esencial: ella protege al Piscis desamparado cuyas secretas tensiones y ansiedades le han hecho florecer una úlcera en el duodeno y comparte con el Tauro seguro los vinos y las ostras de la mundanidad, al lado de las otras celebridades, sin dejar, pese a todo, de ser la muchacha de Magangué, la ciudad de la costa donde nació".

- EL SECRETO DE GABO

"¿Lo había previsto todo en la vida? La pregunta me la contestó él mismo, una noche, sin que yo se la formulara siquiera (…). 'Sé que estás escribiendo sobre mí. Sé que piensas decir que todo lo tenía previsto en la cabeza', dice Gabo (…). Pues te voy a decir una cosa –dice- estás equivocado (…). Yo no sabía, te lo juro, hasta dónde podía empujar el carro. Simplemente me levantaba cada mañana, sin saber qué iba a ser de mí, y lo empujaba. Un poco más. Siempre un poco más, sin saber si llegaba o no llegaba. Sin saber nada (…). ¿Te acuerdas de Macomber?', me pregunta. '¿El cuento de Hemingway?' (…). Acuérdate, Macomber sale a matar al león. O un búfalo. Sale temblando y se lo encuentra. Temblando alza el fusil y apunta. Temblando, lo mata. Pues bien, ¿sabes una cosa? Yo soy Macomber. Mejor dicho, todos somos Macomber. Todos tenemos que cazar un león. Algunos hemos llegado a hacerlo. Pero temblando'".