El sello de origen es un sueño que muchos artesanos del país persiguen y que algunos están cerca de conseguir.
Tal es el caso de la señora Filomena Cantillana, quien lleva más de 60 años dedicada a la confección de chamantos, los cuales pretende que obtengan esta calificación para certificar que son propios de la localidad de Doñihue.
Con esto se busca evitar plagios y garantizar que el producto que se adquiere sea de la ciudad que dice serlo, algo que no sucede en todos los caso.
Algo similar ocurre con las longanizas de Chillán y la alfarería de Quinchimalí, donde también ya están en trámite para conseguir este importante sello de origen que deje atrás las imitaciones y favorezca las producciones locales.