Su nombre es Maurizio Savini, y es un escultor italiano que se ha hecho un nombre en el mundo del arte gracias al curioso material que utiliza para sus obras: el chicle.
Llega a utilizar hasta 14 kilos de este pegajoso comestible, que para hacerlo manejable lo calienta y moldea sobre una base fija preparada especialmente.
Además, lo rocía con formaldehído -un componente químico que se usa como bactericida- y antibióticos.
Savini realiza esta actividad desde hace más de diez años, si bien curiosamente asegura que jamás ha masticado el chicle.
Sus estatuas son apreciadas en diversos sectores de Italia y se venden a muy buen valor.