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Gabriel García Márquez y su gusto por las flores amarillas

Al Gabriel García Márquez gustaba de estar rodeado de rosas amarillas por considerar que le traían buena suerte.

Karla Gallardo

Viernes 18 de abril de 2014

"Mientras haya flores amarillas, nada malo puede ocurrirme".

Desde que el mundo conoció la noticia del fallecimiento de Gabriel García Márquez, un gran número de lectores han concurrido hasta la casa de la Ciudad México del Premio Nobel de Literatura, para dejar flores amarillas en su puerta.

¿La razón? el escritor colombiano creía que las flores de color amarillo atraían la buena suerte, por lo que gustaba de estar rodeado de ellas cada vez que podía.

De hecho, cada vez que el padre del realismo mágico llegaba a Colombia o Italia, pedía con discreción que le pusieran una rosa amarilla en el escritorio, una flor y un color que le traían buena suerte.

Dicho gusto quedó patentado, también, en la célebre novela Cien años de soledad:

"Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro".

Foto de cabecera: Twitter/@otravezandres