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Entrada de Hezbolá en la guerra siria amenaza con contagio

Apoyo de la milicia chiíta libanesa a Bashar al Asad extrema la pugna con sus rivales sunitas en toda la volátil región.

Mariángel Calderón

Miércoles 22 de mayo de 2013

Lo que era una sospecha hasta ahora se ha convertido ya en una realidad.

Se trata de la participación sobre el terreno de la milicia chiíta Hezbolá en el conflicto sirio, que quedó de manifiesto en los recientes enfrentamientos en la ciudad fronteriza de Qusair, donde habrían fallecido varias decenas de combatientes que luchaban en apoyo del dictador Bashar al Asad.

En una conferencia de prensa realizada en la capital de Jordania, Amán, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, señaló que hay "varios miles de combatientes del grupo libanés Hezbolá participando en el conflicto sirio, con apoyo iraní".

Algo similar dijo el ministro de Relaciones Exteriores británico, William Hague, quien aseguró que "es muy claro que el régimen sirio está recibiendo una gran cantidad de apoyo, cada vez más apoyo en los últimos meses de afuera de Siria, de Hezbolá e Irán. Este es un régimen cada vez más dependiente del apoyo externo".

Esta confirmación de lo que era un secreto a voces ha puesto no sólo de relieve los apoyos con que cuenta el régimen de Damasco, implicado en una guerra civil que ya se ha cobrado la vida de más de 60 mil personas, sino que también subraya la pugna religiosa en el interior del país y, lo que es peor, la amenaza de que el conflicto se extienda por toda la frágil región.

PUGNA RELIGIOSA

Musulmán, chiíta y alauita. Estas creencias son las que definen a Bashar al Asad, un dictador que gobierna sobre una población de mayoría árabe musulmana, pero de confesión sunita.

La secta alauita sólo representa cerca del 12% de la población, y sus rituales islámicos ortodoxos generan conflictos con la mayoría sunita.

Para mantener el control de Siria, Asad cuenta con varios apoyos, que básicamente buscan mantener la unidad del chiísmo en Oriente Medio, una interpretación fundamentalista del Islam que le tiene enfrentados desde hace siglos con el sunismo, corriente mayoritaria en todo el mundo.

Los principales exponentes de esta alianza son Hezbolá e Irán, dispuestos a hacer todo lo que esté en sus manos para preservar a Siria bajo el puño de hierro de Asad.

En el otro bando, los rebeldes sunitas muestran todo tipo de sensibilidades, pero están cada vez más influidos por Al Qaida, inspiradora también de sangrientas matanzas contra la comunidad chiíta en Irak. Asimismo, se ha señalado a las ricas naciones del Golfo Pérsico como financistas de estos grupos, que pretenden derrocar a la dinastía alauita.

Todo un complejo mosaico, en fin, de tensiones religiosas que también amenaza a diario con contagiarse al vecino Líbano, país fracturado y debilitado desde hace décadas.

Allí -básicamente en el sur, junto a la frontera con Israel, y en el oriental Valle de la Bekaa- es donde tiene su base operaciones Hezbolá, dirigida por el clérigo radical Hasan Nasralá, en tensa y a menudo violenta convivencia con cristianos maronitas, drusos y sunitas, en un explosivo cóctel que podría estallar si se extiende el conflicto sirio.

Los ataques selectivos de Israel contra intereses militares sirios, las amenazas de Turquía contra la agresividad de Damasco en la frontera, el boicoteo de Rusia a cualquier injerencia extranjera y el apoyo occidental a los rebeldes sirios no hacen sino complicar un panorama que amenaza con deteriorarse de forma irreversible si la guerra en Siria se prolonga de forma indefinida.