"Sangre, cuchillo y velorio" es el grito tradicional de los habitantes de San Gregorio, en la comuna de La Granja, quienes desean limpiarse el estigma de pertenecer a una población violenta.
El lugar es cuna de famosos delincuentes, como René "El Lauchón" Morales, "El Indio Juan" o Roberto "El Mañoso" Espinoza.
San Gregorio es una población estigmatizada del sector suroriente de Santiago. Fundada en 1959, sus primeros habitantes fueron miles de personas sin hogar que poblaban la ribera del Zanjón de la Aguada y el Río Mapocho, quienes fueron erradicados a un fundo que le daría su nombre definitivo.
Fueron trecientas familias las que le comenzaron una nueva vida en casetas sanitarias, solución habitacional del Presidente Jorge Alessandri Rodríguez.
Han pasado 54 años y miles de historias se han tejido en la Población.
Por ejemplo, la de "El Mañoso", un conocido financista del Club Deportivo Colombia, quien murió acribillado a balazos por la espalda un 17 de abril.
Al funeral asistieron unas 700 personas. Incluso, fueron Carabineros. Era querido, manejaba 3 idiomas y de sus negociosos sólo se sabe que viajaba a Europa una vez al año.
También está la historia de Hernan Berríos, más conocido como "San Platacho", propietario de una vulcanización en medio de San Gregorio. Por años tuvo un comedor popular para los mas necesitados -menores, ancianos y adictos- hasta la muerte de su esposa, pilar fundamental del proyecto.
En la actualidad, organiza navidades para todos los niños de San Gregorio.
Además, es el Director Técnico de un equipo de mujeres de la población. "Algunas tenían problemas de droga", afirma Berríos.
Las jugadoras trabajan en la construcción o estudian en el colegio.
Por otra parte, César Lorca, "Forest", es un músico y, por su trabajo, viaja constantemente a Estados Unidos. El artista es un convencido de que se puede salir adelante con "trabajo, esfuerzo y un poco de suerte".
En total, son alrededor de 38.900 personas las que viven en la población San Gregorio. De esas, el futuro está en más del 30% que tienen menos de 19 años y toda una vida por delante para cambiar el estigma del lugar que los albergó e, incluso, los vio nacer.
La crónica es de Cristóbal Osorio.