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Reseña: ‘La guerra de las galaxias: Los últimos jedi’

El guionista y director, Rian Johnson, trata de despejar la trama mostrando cuáles son los personajes que luchan, quiénes son los enemigos y por qué están inmersos en esa confrontación, en las primeras secuencias.

By Manohla Dargis New York Times News Service

Miércoles 13 de diciembre de 2017

El mal está emergiendo. La Resistencia —un intrépido grupo con múltiples intereses y habilidades, cuyos líderes incluyen a una mujer guerrera que ha triunfado en las batallas— ha estado peleando durante años, pero es superada en número y ocasionalmente derrotada. Sí, ya llegó la última entrega de Star Wars y podemos decir que despliega un satisfactorio entretenimiento que, a veces, es inspirador. Sorprendentemente, posee grandes dosis de ingenio visual y un toque humano, lo cual no es un logro menor para una máquina cinematográfica que se aceleró hace cuarenta años y no muestra signos de desgaste.

La guerra de las galaxias: Los últimos jedi retoma la historia de El despertar de la fuerza, el comienzo de la más reciente trilogía de la franquicia. Hacer un recuento de cada entrega de La guerra de las galaxias y su lugar en el universo de George Lucas puede ser insensible (sobre todo porque las películas no fueron hechas en orden cronológico), pero las mejores producciones funcionan como historias autónomas que te permiten entender la trama que se muestra en la pantalla.

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El guionista y director de Los últimos jedi, Rian Johnson, trata de despejar la trama mostrando cuáles son los personajes que luchan, quiénes son los enemigos y por qué están inmersos en esa confrontación, en las primeras secuencias. Y luego se dedica a la ardua tarea de poner su sello personal en una franquicia que se resiste deliberadamente a permitir la autoría individual.

Johnson tiene mucho éxito en sus aspiraciones creativas a pesar de haber heredado un ecosistema centrado en una cosmovisión maniquea que se divide entre los héroes (por ejemplo, la Resistencia) y los villanos (la Primera Orden). Eso es todo lo que necesitas saber para seguir esta película que traza el futuro de la franquicia mientras continúa pasando el relevo de su santa trinidad original, conformada por Carrie Fisher, Harrison Ford y Mark Hamill; a un nuevo trío, presentado en El despertar de la fuerza. “El personaje de Ford, Han Solo, salió de la serie en esa película. Como Leia, Fisher desempeñó un papel fundamental en esta nueva etapa, pero su muerte en diciembre pasado (después de la producción) le otorga una gran melancolía a esta trilogía que, desde sus inicios, ha estado definida por la pérdida.

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Así las cosas, la paz sigue siendo esquiva y las armas están cargadas y listas para seguir disparando. Aquí, la lucha continúa con Leia buscando a su hermano ausente, Luke Skywalker (Hamill), mientras dirige la Resistencia contra la Primera Orden, el sucesor del lado oscuro del Imperio Galáctico (la cohorte de Darth Vader). Las viejas y malvadas fuerzas imperiales han sido remplazadas por Snoke (personaje creado por el brillante Andy Serkis y los efectos digitales), un espectro gigantesco y llameante, una criatura llena de cicatrices que habla con una voz profunda y burlona. Él comanda los habituales soldados de asalto junto con el impetuoso Kylo Ren (Adam Driver), un villano carismático que se ha vuelto muy célebre después del destino de Vader.

La historia es un enredo pero sus complicaciones se ven mitigadas por el ritmo rápido que le imprime Johnson y las buenas actuaciones. Al igual que la mayoría de las películas contemporáneas de acción, esta se presenta más o menos como una sucesión de peleas, persecuciones y tiempos muertos (para hablar, intrigar o meditar) en dos o más líneas argumentativas. En El despertar de la fuerza, nos presentaron al último equipo soñado de esta historia: Rey (Daisy Ridley), una joven convertida en guerrera; Finn (John Boyega), un desertor de la Primera Orden que ahora pertenece a la Resistencia, y Poe Dameron (Oscar Isaac), un piloto de combate de los rebeldes.

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Una temprana muerte heroica genera un ánimo sobrio mientras restablece gentilmente el nuevo compromiso de la franquicia para diversificar su imagen. Como en El despertar de la fuerza, esta inclusión parece natural, una visión del futuro que podrías reconocer. Casi la única vez que se siente como si Johnson estuviera revisando el pasado de La guerra de las galaxias es en algunas de las peleas, en especial durante un callejón sin salida que se convierte en un lento juego de ajedrez espacial.

Algunas de esas secuencias son una oda a George Lucas; sin embargo, Johnson rara vez se muestra rebelde o busca expandir la historia (además, usa a este elenco de personajes calculadoramente tiernos que siempre sugieren que la serie continuará para siempre).

Una de las perogrulladas de La guerra de las galaxias es que su lucha entre el bien y el mal siempre ha sido compleja y, a veces, reflejaba abiertamente la lucha entre las buenas y malas filmaciones. La película fundacional de Lucas en 1977 sobrepasa algunos de sus defectos con miradas lánguidas, efectos especiales, hazañas de la vieja escuela y un montón de material comercial que ayudó a convertir el amor de sus fanáticos en un culto ecuménico.

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La segunda trilogía, enteramente dirigida por Lucas, comenzó en 1999 con La amenaza fantasma (infame por el escándalo del personaje Jar Jar Binks) y es más o menos aburrida con excepción de algunos duelos de sables de luz y el patrón de color rojo y negro que caracteriza al villano.

Lo que ha hecho que la nueva trilogía sea muy exitosa es que sus directores, J. J. Abrams (El despertar de la fuerza) y Johnson, son verdaderos fanáticos de La guerra de las galaxias con grandes conocimientos técnicos y del mercadeo, que alcanzaron la mayoría de edad después de la superproducción de Lucas. Cada uno ha tenido que navegar por las complejidades de la extensa ficción de Lucas mientras maneja la huella profunda creada por la pesada amenaza de Darth Vader, los pitidos divertidos de R2-D2, la despreocupación de Ford, la seriedad de Hamill y la inteligencia de Carrie Fisher.

Sin embargo, a diferencia de Lucas, Abrams y Johnson no se sienten agobiados por ese legado; están inmersos en ese mundo, a pesar de las presiones de la industria cinematográfica. Se divierten mientras resuelven los problemas técnicos de Lucas.

Los últimos jedi se relaciona con la primera película de Star Wars sin caer en el fetiche, sino como un punto de partida necesario. Y, como lo hizo una vez el Obi-Wan Kenobi de Alec Guinness, Luke aparece como un melancólico monje solitario. Con una túnica con capucha, barba y un inexplicable malhumor, se ha retirado a una isla misteriosamente hermosa, donde las criaturas extrañas rondan y trinan. Los más lindos son los Porgs, criaturas maullosas de ojos saltones con cuerpos regordetes parecidos a frailecillos que causan muchas risas. El diseño de la criatura es tan inventivo (también hay cosas menos confusas en la isla) que desearás haber visto más.

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Pareciera que Johnson se refrena periódicamente, pero la película avanza cuando lo hace, como cuando muestra la extrañeza de la galaxia, sus seres no humanoides, así como su magia y misterio. Hay una escena en la que un personaje flota en una resurrección, una deriva etérea que linda con lo surrealista. Es una dicha fugaz en una franquicia que sabe cómo atraer a las nuevas audiencias. Esto es, después de todo, una historia en la que el personaje más indeleble sigue siendo Yoda, el filósofo pequeño y distante que dice: “Las guerras a nadie grande hacen”.

Las guerras, sin embargo, han producido caudales de dinero para esta franquicia. Es aleccionador cuán normalizada se ha vuelto su guerra permanente, con su alto número de oficiales, su ausencia de sangre y su elegancia fascista (los uniformes negros que evocan a los nazis). Teniendo esto en cuenta, resulta notable que aunque Johnson maneje bien las grandes batallas, es mejor con peleas de menor escala, en las que se destaca el sudor, las vulnerabilidades y los costos personales de la violencia. Con Driver, que ofrece una interpretación sorprendentemente cruda, Johnson ofrece un retrato potente de la villanía que sugiere que el mal no es una herencia o un enigma. Aquí, es una elección: un acto de creación al servicio de la aniquilación.

 

Johnson ha tomado el relevo con el mito de una jedi femenina, que fue creado por Abrams cuando se unió para revivir la serie con El despertar de la fuerza. Johnson no tuvo que hacer grandes presentaciones; en buena medida la trama estaba definida, al igual que una mitología general que durante algunos períodos difíciles parecía más sostenida por la fe de los fanáticos que por cualquier otra cosa.

Sin embargo, logra que estos héroes y villanos se unan emocionalmente, no simplemente en una pantalla verde de Lucasfilm, y que tengan la ligereza y seriedad necesarias, el espíritu inefable y la grandeza para revitalizar un monstruo de la cultura pop. Que haya hecho una buena película al cumplir con todo esto no es una guinda; es todo el pastel.