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Un biólogo recibió la descarga de una anguila eléctrica para estudiarlas

Kenneth C. Catania quiso comprobar una teoría estudiada hace cientos de años.

By Joanna Klein New York Times News Service

© Youtube Universidad Vanderbilt

Jueves 28 de septiembre de 2017

Hace un par de cientos de años, un explorador y naturalista llamado Alexander von Humboldt quería estudiar la electricidad usando anguilas de Cumana, un asentamiento temprano en lo que hoy es Venezuela. Así que algunos pescadores del lugar lo ayudaron a obtener los sujetos de su estudio. Para atrapar a los animales pegajosos y con eléctrica, los pescadores condujeron a unos caballos a una cuenca de río poco honda y rebosante de ellas. Las anguilas se restregaban contra las patas de los caballos, atacándolas con descargas eléctricas. Los caballos trataban de escapar, pero los pescadores no lo permitieron hasta que las anguilas se quedaron sin capacidad de emitir una descarga.

La historia, contada una y otra vez, parecía difícil de creer hasta hace unos cuantos años, cuando Kenneth C. Catania, un biólogo de la Universidad Vanderbilt, comenzó una serie de experimentos que hicieron este cuento científicamente posible. Sin embargo, no estaba satisfecho con sus hallazgos, pues quería tener una idea de la intensidad de la sacudida que podría causar una anguila eléctrica. Así que, para un estudio publicado recientemente en Current Biology, dejó que una atacara su propio brazo.

“Era realmente seguro porque era una anguila eléctrica pequeña”, dijo Catania.

En sus anteriores experimentos, encontró que una anguila eléctrica es como una batería. Cuando se enfrenta con una presa o una amenaza, se transforma en un aparato parecido a un arma de electrochoque. Para que atrapar su cena sea más fácil (por lo general a los invertebrados les gustan los camarones o cangrejos, y a veces los peces o roedores), envía impulsos eléctricos a través del agua que, al ser sucesivos, pueden paralizar a la presa o, en unos cuantos impulsos, hacer que se revuelque por el agua y revele su ubicación a través de ondas que la anguila siente con vellosidades que tiene sobre el cuerpo.

Cuando se acercan demasiado animales de gran tamaño y amenazadores como los cocodrilos, los grandes felinos, los humanos —o quizá caballos— se acercan mucho, las anguilas pueden envolver al intruso o elevarse para crear un circuito eléctrico directo.

 

Pero ¿cómo es ese circuito?

En su más reciente estudio, Catania resolvió todas las variables del circuito con herramientas tradicionales para medir la electricidad. Sin embargo, descubrir la variable final —la resistencia del brazo humano— requería un enfoque más creativo y atrevido.

Cuando la anguila saltó hacia afuera de un tanque de agua y posó su cabeza sobre el brazo de Catania, la electricidad fluyó desde esa cabeza hasta el brazo de él, luego al agua y de vuelta a la cola de la anguila para completar el circuito. Para medir este flujo metió la mano en un recipiente de plástico con cinta metálica expuesta adentro y afuera, conectada a un cable. La misma electricidad que fluyó a través de su brazo también debería fluir a través del cable —y esa sí podría medirla—.

Cuando la anguila se trepó a su brazo, lo quitó de inmediato, parecido a cómo reaccionas cuando accidentalmente pones la mano sobre la estufa caliente o tocas una barda electrificada.

“Me sorprendió que hiciera que sacara involuntariamente el brazo del agua”, dijo Catania. “El hecho de que haya un animal ahí que puede controlar remotamente tu sistema nervioso me parece algo de verdad asombroso”.

Catania recibió cerca de diez descargas como esa durante el experimento, pero con los datos que obtuvo fue capaz de usar las cifras para extrapolar el tipo de choques que las anguilas de distintos tamaños podrían emitir. Dice que una anguila grande podría paralizarte, lo que causaría que cayeras y quizá te ahogaras.

“La cantidad de energía sería considerablemente más alta que la de un arma de electrochoque usada por fuerzas de seguridad”, afirmó.

Cuando estaba finalizando su investigación, se hizo viral un video que muestra a una anguila que ataca a un pescador en el Amazonas de la misma manera. Si no hubiera sido por una cuerda atada a la cintura del hombre, podría haberse ahogado, lo que seguramente pasó con algunos de los caballos usados como anzuelos hace doscientos años.

En su estudio, Catania no experimentó el mismo dolor que los caballos o el hombre en el video, ni se paralizó. Sin embargo, sí se aseguró de señalar que “activó de manera eficaz sus receptores del dolor”.