Con una caja de carne en los brazos, el comerciante Pedro Carrión llegó el viernes 31 de diciembre de 2021 a la casa de su madre.
Había sido un año durísimo: arrastraba una depresión tras el juicio por el homicidio de su hijo Camilo, quien fue baleado afuera de la discotheque Carpe Diem en Puente Alto; y temía por su propia vida, al punto de que dos meses antes tomó un seguro de 2.000 UF (unos $62 millones en aquel entonces) para muerte en cualquier circunstancia.
Le dijo a su mamá que, si quería, repartiera la carne entre sus vecinos. Además le prometió una cadena. Se la entregaría el lunes 3 de enero.
Una promesa que no pudo cumplir.
El último día de Pedro
3 de enero de 2022, 6:40 horas.
Ese día, la jornada de Pedro Carrión inició temprano. Salió desde Algarrobo en su Mercedes Benz modelo C180 rumbo a Santiago. En el camino, empezó a trabajar desde el teléfono.
Envió un audio a Francisca Millaray Carrión, su sobrina y quien veía las cuentas de su empresa.
6:57 horas:
También llamó a José Luis Yáñez Soria, a quien proveía de carne. Según diversos testimonios, a la fecha este le debía cerca de $100 millones y, ese día, se había comprometido a pagarle $30 millones adicionales para saldar deudas.
Al no tener respuesta, le envió tres audios.
—Buenos días José Luis, ¿cómo estái? Espero que lo hayái pasado súper con tu familia, amigo. Por favor apenas estís listo llámame, ayer en la noche me estuvieron llamando por la cuestión del camión y pa que lo solucionemos altiro, (...) llámame urgente apenas estís levantado. No sé, porque igual no me quiero preocupar, pero sé que tú soi’ una persona responsable hue...
Carrión siguió con sus trámites: se hizo un PCR en una clínica de Providencia y pasó al taller mecánico de un amigo. A las 10:43 llegó a la calle México en Recoleta, donde se ubicaba su empresa: Orbis. Ahí lo estaba esperando Yáñez Soria, la última persona que lo vio con vida.
Sin rastro
3 de enero de 2022, 11:04 horas.
Según el registro de las cámaras de seguridad, el vehículo de Yáñez se retiró del local. Casi a esa misma hora Francisca Millaray escuchó los audios de su tío. Le envió un pantallazo de su cuenta en el banco, donde se veía el saldo: $9.174.036. Minutos después recibió un nuevo audio, el primero de varios enigmáticos mensajes:
11:12 horas:
Era un deja vú. No solo la había saludado dos veces, sino que en ambas le pedía disculpas por la hora, primero a las 7 y luego a las 11. Inmediatamente le envió otro audio:
11:13 horas:
Y cerró con un mensaje:
11:15 horas:
—Tas listo el joselud pago todo voy al chile.
Más tarde, Pedro también mandó mensajes de WhatsApp a su hijo Matías.
12:37 horas:
—Hola Mati12:38 horas:
—Yama al jose Luis no hay luz en orbis
12:41 horas:
—Que lo ves ya pago el hombre voy al chile con el cristian
A las 13:06 su celular se desconectó de forma definitiva.
Alarma familiar
José Luis Yáñez a esa hora se estaba desplazando por la zona sur de la capital: El Bosque, donde está su local; también por La Pintana y por su casa en San Bernardo. En esta última comuna también pasó a buscar a su suegra para pedir un avance en efectivo por $40 millones en un banco. No lo lograron, pero quedaron de volver al día siguiente.
A las 15:14 Matías Carrión vio los mensajes que le había mandado su padre. Le pareció raro que fueran escritos y no audios como de costumbre. Lo llamó, pero no tuvo respuesta. Habló con José Luis para avisarle que, según esos mensajes, Orbis estaba sin luz. Recuerda que Yáñez (a quien tenía guardado como "Joseluis carne x Mayor") le dijo que iría a ver y luego le advirtió un contratiempo:
Nuevamente Matías sintió extrañeza. José Luis no solía comentarle cosas cotidianas.
Yáñez llegó a las 18:47 a Orbis. Llamó una vez más a Matías, sin respuesta. Luego le envió el siguiente video a Pilar Carrión, hermana de Pedro, ya que había algo raro: el Mercedes seguía ahí estacionado, pero él no estaba.
En Algarrobo también ya se había encendido la alarma. No había tacos en la carretera. Pedro ya debía haber vuelto con su familia. Francisca, su hija, envió un mensaje sin mucha esperanza:
22:08 horas.
—Hola?
Descargaron una aplicación para ubicar celulares con GPS. La última dirección de Pedro figuraba en Parque O’Higgins. Decidieron de madrugada poner la denuncia en Carabineros.
Yáñez, por su parte, le dio dos días libres a los trabajadores de su carnicería, el martes 4 y también el miércoles 5.
"Yo gané la pelea"
4 de enero de 2022, 9:00 horas.
La familia Carrión llegó temprano a Orbis, pues querían reconstruir todos los mensajes que había enviado Pedro el día anterior. Además le dijeron a otros socios, como José Luis Yáñez y Yamil Vidal, que fueran a la empresa. El Departamento de Encargo y Búsqueda de Personas y Vehículos de Carabineros (SEBV) también había sido citado.
Yáñez declaró ante Carabineros, aunque de forma breve, sobre su encuentro con Pedro el día anterior en Orbis:
—Él se bajó, me dio un abrazo y me dijo que sería nuestro año y que se quería alejar de estas personas mafiosas que siempre lo cagan (...) le hice entrega de $30 millones, producto del mercado de la carne. Yo después de eso me retiré.
Días después ratificó esos dichos ante la PDI. Incluso agregó otro asunto: que chocó sin querer a la hora de irse y que Pedro se burló desde la ventana.
Ese mismo martes, echado en la cama de su departamento en Lo Blanco, en San Bernardo, el electricista Pablo Solís recibió una visita. Era Carlos Viveros, un exvecino de pieza con quien solía consumir pasta base. Pero esta vez fue a verlo por otra razón: cobrarle el teléfono que le había vendido hace unos días.
Cuando Solís se levantó a buscar su billetera, Viveros no solo notó que tenía más plata que el día anterior, sino que además lo vio con rasmillones y moretones en el cuerpo. No pudo evitar consultarle al respecto. Según declaró, Solís le respondió que había estado peleando en la carnicería de José Luis Yáñez.
—¿Y cómo quedó el otro? —le preguntó Viveros.
—Yo gané la pelea.
"¡Quiero rescatar a mi papá!"
5 de enero de 2022.
Los Carrión seguían en busca de respuestas, por lo que llegaron a Medina, empresa ubicada en Buin. Una sociedad a la que, según las declaraciones de la familia de Pedro Carrión, Yamil Vidal lo había invitado a invertir con la idea de “reventarla” o, en otras palabras, quebrarla una vez que obtuvieran créditos.
Según un registro de ese día, Vidal les insistió en que fueran a arreglar las cosas directamente con otra persona a la que Pedro le debía dinero. Sin embargo, la familia Carrión decidió no entrar en ese conflicto.
En la noche, a las 20:46, Francisca —hija de Pedro— recibió un mensaje preocupante:

Le respondió en varios audios, estaba desesperada:
—¡Quiero rescatar a mi papá y era, mi papá es el pilar de nosotros! (...) Mándame un audio de mi papá por favor (...) denme alguna señal, si estoy como loca po hue... tenís que mandarme una señal po hue... Si lo estái haciendo a lo mexicano, hasta los mexicanos igual mandan sus audios.
Esa misma tarde, Valentina —cuyo nombre fue cambiado para resguardar su identidad— volvió a su casa luego de asistir al funeral de su suegra. Hasta ese lugar, ubicado en la comuna de Quintero, llegó su hermano Pablo Solís. Había bajado desde una camioneta 12 cajas: seis dijo que eran de regalo para la familia, mientras que las otras seis —marcadas con su nombre— supuestamente debían ser entregadas en otro lugar.
El cuñado le ayudó a descargar las primeras seis en el congelador. Pablo le insistió a su familia que no tocaran las otras.
Al descubierto
Yáñez declaró el 7 de enero ante la PDI y ratificó lo que dijo dos días antes a Carabineros: que se dio un abrazo de Año Nuevo con Pedro, le dio los $30 millones y él se despidió burlándose de su choque desde la ventana.
Pero su versión no convenció a la fiscal Alika Sukni. Según un informe policial, ella expresó “que existía la posibilidad de que la víctima haya subido por su voluntad o en contra de la misma al vehículo (...) conducido ese día por Yáñez Soria”.
Por esa razón, de acuerdo con el reporte, “instruyó realizar todas las diligencias necesarias para establecer o desmentir la veracidad de lo relatado en la declaración de José Luis Yáñez Soria”.
Como parte de ese proceso, Yáñez Soria entregó acceso a sus claves para que los investigadores cotejaran la información del GPS asociada a su cuenta de Google. Sin embargo, cinco días después, cuando la PDI intentó hacer uso de esas claves, Yáñez ya las había cambiado. Le preguntaron qué había pasado y dijo que lo había hecho por recomendación de su abogado, quien al día siguiente acudió a la Brigada a entregar los datos sobre su ubicación, pero no las claves.
Así fue cómo los investigadores compararon la ruta de su teléfono con la del celular de Carrión. Se estableció que hicieron match: coincidieron en todos los traslados desde que Yáñez abandonó Orbis.
El subcomisario de la PDI Nicolás Jara, quien participó en la investigación, asegura que ese fue un punto de quiebre:
Yáñez pasó de testigo a imputado. Se dictó una orden de detención en su contra, la cual se materializó el día 2 de febrero en su carnicería. De paso encontraron 116 plantas de cannabis en el segundo piso del local. Esta vez, decidió guardar silencio.
Para entonces, persistía una duda: ¿Había tenido un cómplice?
La pista que faltaba
Al margen, la PDI investigó también el mensaje extorsivo que recibió Francisca Carrión en su Instagram. Dieron con una IP y trazaron el camino del celular que envió el mensaje. Hallaron una fundación, una abuela y un nieto.
Según reconoció este último, había estado tomando alcohol y clonazepam cuando vio a la familia Carrión dar un número en la TV. Dijo que se aprovechó de la situación.
—No desmiento lo que escribí, pero no estaba en mis cinco sentidos (...) no tengo nada que ver con el tema del secuestro, solo reconozco que fue un error enviar esos mensajes (...) fue un error grave el que cometí —dijo a la policía.
Así, la pista terminó descartada y se abocaron a analizar el tráfico de llamadas de Yáñez Soria: una de ellas llevó a un número, luego a un equipo, a una tarjeta SIM y finalmente a un nombre: Carlos Viveros. Siguieron la trayectoria del 3 de enero de ese equipo y coincidió con la de Yáñez y Carrión.
Era la pieza que faltaba.
Cuando la policía llegó el 23 de febrero a hacerle un control de identidad a Viveros, él decidió declarar de inmediato. Dijo que el día 3 de enero había estado pidiendo limosnas en Gran Avenida y que el teléfono lo había vendido en $40 mil para consumir drogas. Se lo había vendido a Pablo Solís, un amigo suyo que casualmente era cercano a José Luis Yáñez, hasta ese momento el único imputado.
De paso, Viveros también recordó un momento en que estuvo viendo televisión junto a Solís. En la escena apareció la familia Carrión buscando a Pedro en el Cerro Chena.
—Pablo dijo que ahí no estaba el cuerpo, que ahí no lo van a encontrar —declaró Viveros.
Luego en la tele apareció José Luis Yáñez siendo detenido. Viveros recordó la reacción de su amigo:
—Menos mal mi jefe no ha hablado.
“¡Lo picaste!”
Pablo Solís, a sus 54 años, con educación básica incompleta y varios periodos de su vida en situación de calle, solía aparecerse por la carnicería de José Luis Yáñez para hacerle trabajos de electricista y así ganar algo de dinero. A veces incluso llegaba sin avisar.
Un peritaje psicológico lo definió como "una persona que se encuentra por debajo a lo esperado para su etapa de desarrollo psicológico (...) en ocasiones pareciera no comprender del todo el funcionamiento psicosocial o cómo se debe ser en sociedad".
En parte eso podría explicar el tenor de las declaraciones con las que se topó la policía cuando el 23 de febrero de 2022 lo detuvo entre las calles Lo Blanco y Las Quintas, en San Bernardo.
—Sabía que esto iba a ocurrir en algún momento, o sea que me iban a pillar —dijo.
No sólo renunció a su derecho a guardar silencio, sino que tampoco quiso un abogado defensor.
—El día 3 de enero (...) fui con mi jefe José Luis Yáñez Soria hasta la comuna de Recoleta, específicamente al local de Pedro Carrión, lo anterior con la finalidad de matarlo (...) porque José Luis tenía problemas por dinero (...) Cuando esto se planificó, José Luis me dijo que la orden era asfixiarlo con una bolsa, pillarlo desprevenido y era, hacerla cortita.
Según relató, se escondió en la camioneta de Yáñez, acostado en los asientos traseros, y cortaron la corriente para que no funcionaran las cámaras. Cuando llegó Pedro, se abalanzó contra él. José Luis le dijo que lo hacía por su familia y Pedro respondió que la suya se vengaría. Aseguró que ambos pelearon “mano a mano” hasta que Solís le pegó en los testículos, lo que hizo que dejara de luchar.
—Le dije que no era nada personal, fue un favor a un amigo. Yo sé que él lo entendió, así que le puse la bolsa en la cabeza y lo mantuve hasta que dejó de respirar, lo bueno fue que él entendió y por eso dejó de luchar, se entregó para ir a una mejor vida, traté que no fuera tan cruel lo que le hice.
Solís dijo que salieron los tres en auto y Yáñez los dejó en su carnicería. Cuando volvió, le pidió ayuda para cortar el cuerpo.
—Yo me niego, porque eso no era correcto. Ya lo habíamos matado, cuál era el negocio de hacerle más daño —reflexionó en su relato.
Al otro día, recordó, fue al local y José Luis tenía preparadas doce cajas.
–Me dice: “Mira Pablo, hay seis cajas que son para tu hermana, que son de carne, y otras seis que son tuyas para que arregles el problema”. Yo ahí le dije molesto: “¡Lo picaste!”.
"Entierro digno"
Pese a su enojo, Solís se fue a Quintero con choferes de la empresa y la “mercancía”. En el trayecto, según otras declaraciones del caso, Solís pidió no ir tan rápido en la ruta, y ojalá evadir la carretera para no ser objeto de controles de Carabineros. Finalmente llegó donde su hermana.
—Yo descargué las 12 cajas, separé las de carne de las del "cristiano", eso lo supe ya que las del muerto venían marcadas con la leyenda "Pablo".
Desde ahí, dijo, tomó un colectivo con las cajas que llevaban su nombre, pero el lugar donde quería enterrarlas estaba cerrado. Volvió donde su hermana y decidió cavar allí.
—Me preocupé que dignamente quedara bien cerrado y tapado, no quise echarle cal porque era hacerle más daño (...) quise enterrarlo digno, porque sé que si él me hubiese matado a mí, también lo hubiese hecho —aseguró.
Finalizó su relato explicando el sentido de lo que hizo:
—Mi trabajo fue deshacerme del cuerpo, lo cual hice dignamente, ya que si fuera otro lo tiro al mar pa’ que se lo coman los pescados y era, pero no po’, le di entierro y en la casa de mi hermana. Yo actualmente siento que tengo la misión de cuidar el cuerpo de Pedro Carrión, incluso viajé y me tomé un copete sobre su tumba.
Solís dio a la policía las coordenadas para hallar a Pedro Carrión: en el patio de la casa de su hermana, en el lugar donde solía haber un gallinero y ahora había una piscina y una cama elástica. Precisamente debajo de una de las patas de esa cama.
El 24 de febrero llegó la PDI al inmueble, avisó a los familiares de Solís el motivo de la visita y excavó un metro en el lugar indicado. Uno de los investigadores admite que lo que se encontró fue "impactante".
Las partes del cuerpo de Pedro Carrión fueron llevadas al Servicio Médico Legal. La PDI dio aviso a los familiares. Antes ya les habían advertido que se prepararan "para lo peor”, pero realmente no imaginaron el verdadero escenario.
Los responsables de reconocer el cuerpo en el SML fueron la pareja de Pedro, Carla Cáceres; y su hermano, Mario Carrión. Sus familiares advierten que el impacto emocional en este último fue de tanta gravedad, que el 16 de abril —casi dos meses después del hallazgo— decidió quemarse a lo bonzo frente al Palacio de La Moneda.
Las sospechas de la familia
El pasado jueves 20 de noviembre de 2025 se dio inicio al juicio oral del caso. La tesis de la familia Carrión difiere al menos en dos puntos con la de la Fiscalía. En primer lugar, creen que Pedro Carrión seguía con vida una vez que salió de Orbis, ya que reconocen la voz de su padre en los dos últimos audios que envió a su sobrina. En segundo lugar, creen que hay más involucrados.
En una entrevista para este reportaje, Catalina Carrión dice que tuvo una conversación padre-hijo con Pedro antes de su muerte y que él sospechaba de Yamil Vidal: "Lo último que me dijo es que si a él le pasaba algo, que la única persona de la que tenía miedo era de él".
El defensor de José Luis Yáñez, Felipe Rojas, también tiene la tesis de otros involucrados, y se opuso a que se sacaran los chats de Yamil Vidal de las pruebas del juicio.
Consultado para este reportaje, el abogado de Yamil Vidal descartó una entrevista. Sin embargo, fuera de micrófono asegura que Vidal —que no figura como imputado en la causa y actualmente se encuentra fuera de Chile— no tiene participación alguna en los hechos y que no especularán respecto de los motivos de la familia Carrión para involucrarlo.
En la audiencia de preparación de juicio, Matías Carrión hizo gestos a los imputados, como si los instara a revelar los puntos que probarían su tesis del caso. Sin embargo, Pablo Solís parecía estar en su propio mundo. Mientras el fiscal relataba cómo asesinaron a Pedro Carrión, él cerraba los ojos y simplemente asentía con la cabeza.
—Él reconociendo su responsabilidad lamenta mucho la situación. Él mismo dice en algún momento de su declaración que él también falleció en el momento que falleció la víctima —afirma su defensora penal pública, Claudia Morán.
Tras el juicio, el 2° Tribunal Oral en Lo Penal de Santiago dictó la sentencia este miércoles 17 de diciembre: 20 años de cárcel para José Luis Yáñez Soria y 14 años para Pablo Antonio Solís Castro. Ambos por homicidio calificado. Eso sí, José Luis acabó absuelto de los cargos por cultivo de cannabis.
Pese a las sospechas de la familia Carrión y los intentos del principal imputado por desviar la responsabilidad hacia Yamil Vidal, la justicia consideró que las alusiones hacia este último eran simplemente "imputaciones genéricas, vagas y carentes de todo sustento probatorio, que fueron categóricamente desmentidas".
Previo al cierre del caso, desde la cárcel, Solís dio una reflexión a los peritos del SML: “Esto no es vida. Tengo que pagar y hay tiempo para ser feliz, tiempo para no ser feliz, tiempo para vivir, tiempo para morir. Cuando llegue ese tiempo uno no lo sabe”.