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Jadue y la historia del jugador número 12

Revisa la nueva columna de opinión "La vida según el fútbol" de César Olmos, editor general de Deportes 24 Horas.

24Horas.cl TVN

Miércoles 18 de noviembre de 2015

Por César Olmos

Dentro del temporal de acusaciones, filtraciones, renuncias, detenciones, viajes sospechosos, extradiciones, órdenes de busca y captura, delaciones compensadas, investigaciones internas, comisiones ad hoc, traiciones, suspensiones temporales, testigos protegidos, suspensiones de por vida y manotazos de ahogado; dentro de todo el infierno que comenzó a arder el 27 de mayo cuando la policía suiza detuvo a siete peces gordos de la FIFA en Zurich; dentro de este desfile de capos del fútbol y de la televisión venidos a menos, asustados y huidizos; dentro de todo eso, hay un dato que sigue ahí, incólume, firme; un dato que no ha variado desde que el Departamento de Justicia norteamericano hizo pública su investigación global sobre la FIFA  ese mismo miércoles 27 de mayo.

El dato se halla en la acusación criminal (indictment) caratulada con el alfanumérico 15 CR 0252(RJD)(RML), de Estados Unidos de América en contra de Jeffrey Webb  y otros.

Pero hay que buscarlo dentro de un legajo de 160 páginas en las que se detallan un total de doce planes criminales (así, tal cual: "planes criminales") urdidos y/o ejecutados por los dirigentes de la Conmebol y la Concacaf y sus socios comerciales, en una trama novelesca de negocios sumamente sucios.

Uno de esos planes criminales, con sus detallitos sabrosos, sus certezas e interrogantes, quedó suspendido sobre la cabeza de quien fuera hasta hoy el máximo directivo del fútbol chileno. Listo para caerle encima en cualquier momento. Son las páginas en las que se revisa el contrato suscrito el 25 de mayo de 2013 en Londres por los derechos de las Copas América de 2015, 2016, 2019 y 2023, y que fue firmado por los representantes de una empresa que se había formado casi a la fuerza cuatro días antes (Datisa, que incluye a Traffic, Torneos y Full Play) y 12 dirigentes de la Conmebol, a saber: el presidente en ejercicio de la confederación, los 10 presidentes de cada una de las federaciones nacionales y un "oficial" más. De esos 12 personajes, 11 fueron sobornados por Datisa, que accedió a pagarles 100 millones de dólares -en cómodas cuotas- por la deferencia que tuvieron de contratarla para administrar los derechos globales de esas copas a un precio irrisoriamente módico.

Doce sospechosos para once culpables. Sólo había espacio para un inocente.

Vivió entonces Sergio Jadue todos estos meses, casi medio año ya, con este escudo mediático en ristre, con la esperanza de que podría convencer de que era él, justamente él, el único limpio de esta historia.

 

Ayudaba en esto que su nombre y su apellido no aparecieran en la acusación, como sí asomaba el de Eugenio Figueredo (presidente de la Conmebol en ese momento), los de Rafael Esquivel y José María Marín (a la sazón, timoneles de la federación venezolana y brasileña) y el de Nicolás Leoz (el "oficial" adicional).  Pero igual eran 11 de 12 los metidos hasta las narices. La posibilidad matemática de que no estuviera involucrado en la red de sobornos y de corrupción era muy baja, exactamente del 8,33%. Pero se aferró a ella y les dijo siempre a sus cercanos que confiaran, que no tenía nada que ver.

Este martes partió entre policías y un mar de periodistas con rumbo a Estados Unidos. De vacaciones, dijo, por seis meses a Miami. Largas. Con su esposa y sus hijos. Deja atrás cinco años al mando del fútbol chileno. Hoy ha renunciado, urgido por sus camaradas de la ANFP que no consiguieron respuestas claras cuando fue conminado a explicar qué diantres pasaba con él y el Departamento de Justicia de Estados Unidos. En Quilín no han mostrado hasta ahora documento alguno que registre la renuncia de Jadue, y sólo se confía en la palabra de los dirigentes, un ejercicio al menos discutible en estos tiempos. Tampoco se ha explicado si en esa carta de resignación explicó lo que le pidieron que explicara, ese final “espurio” del que habló incluso el ministro del Interior.  Públicamente, Jadue sigue sin admitir falta alguna. No ha renunciado a la hipótesis de que él es el jugador número 12.

En Santiago, mientras, el fuego arrasa con lo que va quedando de Quilín.