En julio de 2023 Maximiliano Cerato sorprendió a sus seguidores y al mundo del fútbol tras publicar un mensaje en redes sociales pidiendo ayuda. ¿El motivo? Se encontraba sumergido en una adicción al juego que ya no podía controlar.
“Ese fue mi grito de ayuda. Ya no podía seguir callando, necesitaba hacerme cargo”, confesó en diálogo con la revista del Sifup.
Hoy, dos años después de lo ocurrido, reflexionó al respecto: "Sentía que no tenía salida, que lo mío no tenía solución. Pero en ese instante entendí que el primer paso era dejarme ayudar. Levantar la mano. Y me sorprendí al descubrir que sí había una salida, que podía volver a tener una vida mucho mejor que la que llevaba".
“Durante mucho tiempo pensé que podía resolverlo solo, que era un tema mío y que no debía involucrar a nadie más”, confesó.
“Lo peor que me pudo haber pasado fue ganar"
“Lo peor que me pudo haber pasado fue ganar. Porque ahí sentí que podía controlar el juego, que estaba por encima de la lógica y que podía ganarle siempre a la mesa. Ese pensamiento me acompañó mucho tiempo y terminó siendo el inicio de un problema más grande”, recordó respecto a sus inicios en el juego, lo cual comenzó en 2010 tras probar el Blackjack en el casino de Viña del Mar.
“Al principio iba al casino como una diversión. Me parecía algo normal, una salida con amigos, una manera de pasar el tiempo”, agregó.
Sin embargo, pronto se dio cuenta que ya no era sólo un juego: "Empecé a sentir que todo giraba en torno a eso. No estaba presente con mi familia, no pensaba en el fútbol, todo era la próxima apuesta. Es un círculo vicioso, porque cuando pierdes quieres recuperar, y cuando ganas quieres más".
En ese oscuro momento encontró ayuda del mundo del fútbol: “Llamé a Gamadiel (García, presidente Sifup), me contestó y se puso a disposición inmediatamente, junto con Luis Marín, Alfonso Canales y Fernando Cordero, a quien tuve de compañero en Linares. Ellos no sólo me acompañaron, también me apoyaron económicamente en un momento crítico”.
Ahí comenzó un proceso de recuperación tras incorporarse al plan de salud mental del sindicato de futbolistas: "Fue muy duro. Estaba allí las 24 horas sin poder escapar. Las jornadas comenzaban a las seis de la mañana y terminaban a las 11 de la noche, con actividades y grupos todos los días. Al principio me costó mucho y por más de 15 días pensé en dejarlo. El primer mes prácticamente no hablaba con mi familia y al principio fue difícil adaptarme. Pero después, con el apoyo de los profesionales y de mis compañeros del proceso, fue pasando".