La noche coquimbana traía dos joyas relucientes que Jorge Luis Sampaoli apostaba pulir: Miiko Albornoz y Pedro Pablo Hernández. El “sueco” y el “Tucu” buscaban comenzar a sumar bonos y alcanzar a colarse dentro de los nominados para el Mundial de Brasil 2014.
Y si Albornoz se robó las miradas en la primera etapa, Hernández hizo lo propio en el complemento. Con 26 años el cerebro de O'Higgins cuajó una temporada redonda y bajó la primera estrella para el cuadro de Berizzo. Y claro, de su zurda salió el gol en la recordada final ante la UC.
Hasta que el radar de Sampaoli lo ubicó. Nacido en San Miguel de Tucumán, Hernández saltó a la cancha con el “8” para intentar pelear su chance como volante de creación en un esquema donde los nombres propios de Valdivia, Fernández, Vidal, Aránguiz, parecen más pulidos.
Pero no destiño. “Mi abuela es chilena. Haciendo un poco de historia, de un sector del norte, que ya desapareció por las minas. Tengo más familia acá de parte de ella, todavía no se ha dado el juntarnos por el hecho que no los conozco. Vine cuando tenía 11 años, pero ahora cuando venga mi viejo para acá, que él sí los conoce, vamos hacer lo posible para ponernos en contacto”, contaba alguna vez.
Y ya entró en los registros. En diez minutos se encargó de sentenciar el duelo ante los Ticos con dos tantos de cabeza que contaron con la evidente responsabilidad del golero.
Si bien no realizó un primer tiempo de alto vuelo, supo arreglárselas para hacerse presente en el marcador y, de paso, cumplir su sueño.
“Es un deseo poder sacar la doble nacionalidad y poder pelear la Selección, siempre uno piensa en grande y no tiene un techo. Mis intenciones siempre fueron llegar allí, en Argentina la verdad con tanto jugador lo hace un poco más difícil, pero si O'Higgins me da la oportunidad de participar o pelear una citación por Chile, para mí sería un sueño”. ¿Se la habrá abierto el apetito?