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Emergencia por rebrote en Alemania: lo malo y lo bueno del coronavirus

Basura y hedor: las condiciones de vida de los trabajadores de Tönnies, un matadero y procesadora de carne, habían sido denunciadas durante años, pero sólo hasta ahora se actúa. Miodrag Soric, de DW, visitó el lugar.

Deutsche Welle

Lunes 22 de junio de 2020

"Hasta hace poco, unos 13 trabajadores de la fábrica vivían en esta casa", dice Inge Bultschnieder, que lleva años trabajando para mejorar las condiciones de trabajo de los empleados de Tönnies, en su mayoría, búlgaros, rumanos, polacos y macedonios. 

La mujer, de 48 años de edad, señala con el dedo los rincones de las habitaciones: moho gris violeta por donde se mire. La puerta de entrada está abierta, pero huele mal en esta casa en ruinas en Rheda-Wiedenbrück, en el noroeste de Renania del Norte-Westfalia, a unos diez minutos en auto del centro de la ciudad. Detrás del edificio hay un viejo refrigerador en un contenedor, que aparentemente aún está lleno de carne. "Carne de Tönnies, que se está pudriendo allí", dice Bultschnieder, tapándose la nariz.

Hace años, Inge Bultschnieder organizó manifestaciones frente a este y otros edificios para llamar la atención sobre las pésimas condiciones de vida de los trabajadores de Europa del Este en su distrito. "A la empresa Tönnies no le interesó, pero tampoco a nadie en la ciudad", dice indignada. Al menos eso ha cambiado: en todas partes de Rheda-Wiedenbrück hay policías, representantes de la oficina de orden público, autoridades sanitarias y soldados del Bundeswehr. A todos los empleados y el personal de Tönnies, así como a algunos proveedores. les han tomado pruebas de coronavirus. Hasta ahora, ha habido más de 1.500 casos positivos confirmados.

 

Las condiciones de trabajo en Tönnies

Inge Bultschnieder empezó a interesarse por los trabajadores de la fábrica después de compartir una habitación con una mujer búlgara durante una estancia en el hospital en 2012. La mujer le describió a la empresaria Bultschnieder las difíciles condiciones de trabajo en Tönnies, las muchas horas extras, la miserable situación de vida de los trabajadores de Europa del Este. Bultschnieder fundó una iniciativa civil y organizó manifestaciones. Pero poco cambió en Tönnies, cuyos empleados de Europa del Este trabajan en su mayoría, al menos oficialmente, para subcontratistas. Es difícil hacer responsable legalmente al matadero a gran escala de las condiciones de vida, a veces inhumanas, de los trabajadores de la fábrica.

"Todo el mundo sabía de las condiciones de los trabajadores de Europa del Este", dice una transeúnte en el centro de la ciudad. "Y si los habitantes lo sabían, con mayor razón las autoridades, los políticos a nivel regional y estatal, y los empleados responsables de Tönnies”. Los demás transeúntes asienten con la cabeza, admitiendo que la mujer tiene razón. Ahora temen que el peligroso virus se extienda al resto de la población. El hecho de que se haya podido propagar tan rápidamente entre los empleados de Tönnies se debe, en parte, a las malas condiciones de vida, pero probablemente también a las condiciones en la fábrica, donde los trabajadores están muy juntos mientras cortan carne de cerdo y circula el aire frío.

La crisis del coronavirus destapa los problemas en Tönnies

"Hay gente muy servicial en Rheda-Wiedenbrück. Muchos ayudaron durante la crisis de los refugiados en 2015", dice Gudrun Bauer, que ha estado en el consejo de la ciudad por el partido socialdemócrata (SPD) desde 1999. Pero, desafortunadamente, aquí la xenofobia también está creciendo. Bauer se refiere a llamadas telefónicas donde los lugareños denuncian a los trabajadores de la fábrica, diciendo que vieron a alguien en la piscina,y a otros en el supermercado. Algunos habitantes equiparan el riesgo del contagio de coronavirus al peligro que comportan las personas "que se ven diferentes", dice la política local de 59 años, y agrega: "Eso me preocupa".

Los trabajadores de la fábrica viven en distintas casas, distribuidas en Rheda-Wiedenbrück y en muchos pueblos de los alrededores. Gudrun Bauer señala uno, a pocos minutos a pie de la pintoresca plaza del mercado, con sus cafés y restaurantes. En la casa de tres pisos, dos hombres están sentados en el balcón, mirando a la distancia y fumando. El edificio está en cuarentena; no se les permite salir. Vienen del norte de Macedonia y no hablan alemán, solo unas cuantas palabras en inglés. Desde el viernes pasado nadie les ha traído nada de comer, dicen los lugareños. Sufren por el hecho de que no pueden llamar a sus familias a casa. No se les permite salir de la vivienda, y no hay internet en sus habitaciones. Gudrun Bauer sacude la cabeza con preocupación. Promete que se ocupará de ello.

Para Inge Bultschnieder, que lleva años manifestándose a favor de mejores condiciones de vida para los trabajadores, el compromiso actual de políticos como Gudrun Bauer no es casualidad: "Sin la crisis provocada por el coronavirus, a muchos políticos, a la empresa Tönnies y a los residentes locales no les hubiera importado el destino de los trabajadores de la fábrica", asegura. Así es como esta pandemia también puede tener efectos positivos.