Al encanto arqueológico de las ruinas de Teotihuacán, una de las zonas más visitadas de México, se le suma el misticismo del equinoccio de primavera. La Ciudad de los Dioses se ha convertido así en un lugar de peregrinación para cientos de turistas y locales cada 21 de marzo.
Teotihuacán es uno de los centros ceremoniales más grandes del México antiguo. Cualquier lugar, aunque no sea en lo alto de las pirámides del Sol y de la Luna, es ideal para recibir la energía del astro Rey. Con sus manos en alto y vestidos de blanco, cientos de personas esperaron impregnarse del ímpetu del Sol para tener fuerzas el resto del año.
El patio del Templo de Quetzalpapálotl ofrece un espectáculo de luces y sombras donde las almenas de la construcción iluminan ciertas partes edificadas.
Menos conocida que la anterior, la zona arqueológica Dzibilchaltun (en el estado de Yucatán) permite apreciar un impactante fenómeno solar.
A través de las ventanas y puertas del Templo de las Siete Muñecas se cuelan los rayos del sol hasta que se posa justo detrás del edifcio. Un espectáculo que indicaba a los mayas la llegada de la primavera.
Frente al Templo de Kukulkan de Chichen Itza, la antigua capital de los mayas itzaíes, cientos de personas esperan para contemplar el equinoccio.
Según la leyenda, dos veces al año (en el de otoño y primavera) se va dibujando el cuerpo del Dios Serpiente sobre una de las siete maravillas del mundo.