Incrédulos y con mucha emoción los argentinos celebraban el nombramiento de Jorge Bergoglio como el nuevo líder de la iglesia apostólica Romana.
Conocido el nombre y recibida la bendición se desató la euforia de los trasandinos que estaban en la plaza de San Pedro. Alzando las banderas y felices de una noticia inesperada para los compatriotas del ya Papa Francisco.
Si bien las posibilidades eran escasas, el primer Pontífice de América supone el triunfo de la colegialidad cardenalicia sobre la curia centralizada que estuvo relacionada por siglos con Europa.