Un siniestro tintineo de cascabeles anuncia en las zonas alpinas de Europa central la llegada del Krampus, uno de los personajes más terroríficos de la Navidad: un monstruo peludo, de cuernos curvados y garras gigantescas que acompaña a San Nicolás y cuyo papel no es repartir regalos, sino asustar a los niños traviesos.
Tradicionalmente, su gran día era el 5 de diciembre, cuando, según el folclore local, San Nicolás recorría los pueblos acompañado por Krampus. La leyenda dice que durante la noche del 5 al 6, la criatura llegaba con una cesta llena de ramas de abedul para llevarse –o al menos azotar– a quienes no se habían portado bien. Hoy, sin embargo, la llamada "temporada del Krampus" comienza en muchos lugares ya a mediados de noviembre, con espectáculos que atraen cada vez a más público.
Auge de los desfiles y "eventización"
Entre finales de noviembre y mediados de diciembre, Austria entera –del Tirol a la Baja Austria–, así como otras regiones en Europa, se prepara para la llegada de Krampus y San Nicolás con grandes desfiles donde cientos de jóvenes recorren las calles ataviados con trajes del monstruo. Solo en Salzburgo, el número de participantes se ha duplicado desde 2015, alcanzando entre 800 y 1.000 figurantes
El experto en folclore Michael Greger explicó recientemente a la ORF que esta tradición ha entrado en una fase de "eventización", impulsada por la digitalización y las redes sociales, que han transformado los desfiles en fenómenos masivos.
Este auge no solo ha multiplicado el número de grupos, sino que también ha elevado sus ambiciones: hoy muchos eventos incorporan música, iluminación, pirotecnia e incluso actores, respondiendo a una demanda de entretenimiento cada vez mayor.

La semana pasada, más de 10.000 personas se congregaron en el centro de Wiener Neustadt, al sur de Viena, para asistir al tradicional desfile en el que una treintena de grupos de Krampus exhibieron sus trajes y máscaras de madera talladas a mano.
"La máscara, junto con quien la lleva, define el carácter del Krampus", explicó a EFE Marco Carniel, presidente de uno de estos grupos que recorren el país durante la temporada navideña.
La popularidad creciente ha impulsado también un mercado artesanal en expansión: creadores como Arthur Moinat, en Pinzgau, tallan decenas de máscaras al año. Algunas, por su complejidad y precio, se han convertido incluso en símbolos de estatus, según informó la ORF.
Al caer la noche, medio millar de diablos cornudos con grandes cascabeles colgando de la cintura recorrieron Wiener Neustadt, asustando al público y golpeando de vez en cuando a los espectadores con ramas de abedul, tal como describen los relatos contemporáneos.