El médico Masoud Pezeshkian se convertirá en el noveno presidente de Irán, luego de ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas este viernes.
La elección de Pezeshkian ha colocado la atención sobre uno de los países más poblados de Medio Oriente, debido a sus promesas de reformas y de diálogo con Occidente.
Sin embargo, hay dudas de que pueda llevarlas a cabo. ¿Por qué? Porque contrario a lo que pasa en la mayoría de las repúblicas del mundo, en Irán el presidente no es la máxima autoridad política ni militar en el país.
¿Quién ostenta en realidad el poder en Irán? A continuación te lo explicamos.
El Líder Supremo
El ayatolá Alí Jamenei, en su condición de líder supremo, es la figura institucional más importante del país.
De acuerdo con el artículo 109 de la Constitución iraní, Jamenei, de 85 años y cuya salud ha sido foco de interés en los últimos tiempos, es el jefe del Estado y el comandante en jefe de las fuerzas armadas, por lo cual “puede declarar la guerra y la paz y movilizar a los efectivos”.
Asimismo, tiene autoridad sobre la Policía Nacional y la controvertida Policía de la Moral, encargada de velar por el respeto a las tradiciones islámicas como el uso de la hijab o velo islámico.
El clérigo también controla el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), responsable de la seguridad interna del país, y de su ala de voluntarios, la Fuerza de Resistencia Basij. Los Basij han reprimido repetidamente la disidencia en Irán en los últimos tiempos.
La Constitución también le otorga al clérigo la facultad de “nombrar, destituir y aceptar las dimisiones” de los miembros del Consejo de Guardianes, instancia que controla a los poderes del Estado; de los miembros de la judicatura y de los directivos de los medios de comunicación estatales.
El líder puede igualmente convocar referendos y, sobre todo, puede “cesar al presidente de la República".
No obstante, para que esto ocurra el mandatario debe ser condenado por el Tribunal Supremo del país por "descuido de las responsabilidades que legalmente le competen" o la Asamblea Consultiva Islámica (el Parlamento) debe declarar "su incompetencia política”, según se lee en el artículo constitucional 109.
En pocas palabras Jamenei tiene la última palabra en el país desde 1989, cuando sucedió al fundador de la República islámica, el ayatolá Ruhollah Musavi Jomeiní, tras su muerte.
El presidente
El presidente en Irán es “la máxima autoridad oficial del país, después del líder”, señala expresamente el artículo 113 de la Constitución.
El texto fundamental le otorga al mandatario la responsabilidad de la gestión diaria del gobierno y le permite ejercer gran influencia en la política interior y los asuntos exteriores.
Sin embargo, en temas de seguridad y defensa su rol es puramente simbólico.
Asimismo, las actividades del presidente están siempre bajo supervisión del líder supremo y de otras instancias como el Consejo de Guardianes y del Parlamento.
La propia elección de Pezeshkian todavía tiene que ser avalada por el Consejo.
El Consejo de Guardianes
La Constitución iraní contempla que los poderes legislativo y judicial son independientes. Sin embargo, sobre ambos el líder supremo puede influir.
En el caso de la justicia el líder supremo es el encargado designar o destituir a los miembros del Tribunal Supremo.
El Parlamento, por su parte, es controlado por el Consejo de Guardianes, una instancia conformada por seis clérigos y seis juristas. Todos los cuales pueden ser nombrados por el líder supremo directa o indirectamente.
El Consejo puede anular las leyes si considera que están “en contradicción con los principios y preceptos de la doctrina religiosa oficial de la nación o de la Constitución”, señala el artículo 72 del texto fundamental.
Este organismo también es el encargado de avalar las candidaturas de los iraníes que aspiran a un cargo de elección popular. Para las presidenciales recién celebradas objetó a 74 postulados, entre ellos varias mujeres.
En el pasado
Pezeshkian ha prometido que buscará relajar el control que el gobierno ejerce sobre internet y ha cuestionado la dura política sobre el velo islámico.
Sin embargo, las posibilidades de que se produzca algún cambio significativo lucen lejanas, visto que la última palabra en el país la tiene el ayatolá Jamenei.
El líder supremo podría bloquear cualquier reforma que considere que atenta contra el sistema político que impera desde 1979, el cual es una combinación de elementos democráticos y teocráticos. Y lo podría hacer de manera directa o a través de las otras instancias institucionales.
Esto ya ha ocurrido en el pasado.
Las reformas legales e institucionales que el moderado Mohamed Jatamí intentó impulsar durante su mandato (1997-2005) con el fin de reducir la censura y el control sobre los medios de comunicación fueron anuladas tanto por el Consejo de Guardianes como por la Justicia.
Ambas instancias respondieron a los planes del entonces presidente clausurando decenas de medios de comunicación y con detenciones.
No obstante, Pezeshkian puede jugar un papel clave para el futuro de Irán, porque en caso de producirse el fallecimiento de Jamenei participará en la asamblea que la Constitución prevé para elegir a su sucesor.
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