El pasado 21 de junio, un niño de 10 años llamado Anthony Avalos murió en un hospital de California (Estados Unidos) producto de las torturas, golpes y privaciones de ingerir alimentos que sufrió por parte de su madre y su novio. De acuerdo a lo que señalan medios locales, el menor fue víctima de todas estas situaciones por confesar su homosexualidad.
Los hechos se desencadenaron en su propia casa en el desierto de Mojave. Fue golpeado contra el piso, azotado con un cinturón y una cuerda y se le tiró salsa picante en la boca, según se afirma en la causa por la que están detenidos los progenitores.
Pero esto no es todo. Anthony también fue quemado con cigarrillos y atormentado al prohibirle usar el inodoro. Los ocho hermanos de Anthony fueron testigos y se vieron obligados a tomar parte en algunos de los abusos, según los documentos judiciales.
Los pequeños debían también luchar con su hermano y vigilarlo "para que él permaneciera de pie o de rodillas". El vicefiscal de Los Angeles, Jonathan Hatami, escribió: "En un momento Anthony no podía caminar, estaba inconsciente acostado en el suelo de su habitación durante horas, no recibió atención médica y no podía comer solo".
El subdirector del Departamento de Servicios para Niños y Familias confirmó que Anthony había dicho previamente que "le gustaban los niños", informa el diario The Sun.
La versión de su madre señala que el menor se había caído por las escaleras, pero se descubrió que tenía lesiones graves en todo el cuerpo y que estaba cubierto de quemaduras de cigarrillo.
Tras la muerte de Anthony, las autoridades retiraron de su casa a los otros ocho hermanitos, de edades que iban desde los 11 meses a los 12 años. Heather Maxine Barron, de 28 años, y su novio, Kareem Ernesto Leiva, de 32, están presos y acusados de tortura y asesinato.