Con el correr de las horas, luego de la multitudinaria e inédita canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, Roma y el Vaticano recuperan la tranquilidad.
Se calcula en más de 800 mil personas los asistentes a la ceremonia, que estuvo encabezada por el Papa Francisco y que contó también con la presencia del Papa Emérito Benedicto XVI, un hecho una coincidencia nunca antes presentada en la historia de la Iglesia Católica.
A primera de la noche en el centro histórico de la capital italiana apenas se dejaban ver algunos grupos de peregrinos de los numerosos que durante la última semana lo habían abarrotado y en especial sus plazas.
Lo mismo ocurría con la Plaza de San Pedro, aunque en el caso del escenario principal de las canonizaciones, seguían los trabajos para devolver la normalidad al inmenso espacio que da acceso a la basílica vaticana.
Algunas iglesias del centro de la ciudad permanecían abiertas a última hora de la tarde, recibiendo a peregrinos que hacían aún el recorrido de los lugares más emblemáticos de la ciudad.
La concentración de peregrinos y turistas ha tenido a Roma y en particular a la Ciudad del Vaticano prácticamente tomada por cientos de miles de personas que además aprovechaban para visitar las atracciones turísticas de la capital.
Las largas colas para visitar los Museos Vaticanos o el Coliseo seguramente empezarán a reducirse en la semana que empieza, un cambio destacable en comparación con los últimos días, cuando había que esperar varias horas para poder acceder a los primeros para visitar la Capilla Sixtina.
La organización a cargo de la logística de este magno evento había previsto una concurrencia cercana a las 800 mil personas, y por eso habían dispuesto 17 pantallas gigantes en plazas como la de Navona, donde en la noche del sábado al domingo cientos de personas durmieron a la intemperie.