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"Soy puta hace 30 años y quiero jubilarme": trabajadora sexual pide al Estado pensión de vejez

Laura Meza, de 56 años, busca junto a múltiples compañeras que se les reconozca en el sistema de jubilaciones.

24Horas.cl Tvn

Lunes 4 de octubre de 2021

Laura Meza tiene 56 años y se ha desempeñado tres décadas como trabajadora sexual en Argentina, donde junto con múltiples compañeras buscan por ser reconocidas por el Estado en el sistema de jubilaciones.

Según indicó a TN, "soy puta hace 30 años y quiero jubilarme. Soy madre soltera de tres nenas y bueno, crié a mis hijas sola. También crié una nieta. Yo ahora estoy trabajando solamente los fines de semana, ya que empecé la universidad y no tengo el tiempo que tenía antes. Estudio Trabajo Social, aprobé los primeros dos cuatrimestres de la carrera”.

En agosto, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) organizó un evento que llamaron "Puta Fest Edición Jubiladas", con el objetivo de recaudar fondos para entregar jubilación simbólica a 20 trabajadoras sexuales entre 50 y 70 años.

 

Meza explicó que el impacto de la pandemia en las trabajadoras sexuales "fue precarizar más nuestro trabajo. Esto que hizo nuestro sindicato sirvió también para decirle al Estado que nosotras existimos, que tenemos derechos. Y los derechos pasan por una jubilación digna, por una obra social digna y por terminar nuestros días como cualquier otro trabajador”.

 

"Obvio que me puedo jubilar, ya tengo 30 años de aportes, pero el aporte que hicimos nosotras fue a la policía cuando nos comía. La policía nos tendría que pagar a nosotras la jubilación. Toda la plata, en estos tiempos como en otros tiempos, muchas veces se la lleva la policía”, sostuvo Laura.

Durante un mes en 2020, la mujer no pudo trabajar debido a un esguince en su tobillo derecho, por el cual tenía que usar una bota. Según indicó, "la jubilación simbólica me ayudó a pagar gastos, ponerme al día y empezar de nuevo. Yo dignamente soy puta: me paro en una esquina y es mi estabilidad”.

 

“Sigo atendiendo a mi primer cliente de los 30 años. Él no es un sujeto, es parte de mi vida (...) Soy enfermera también y trabajé muchos años en el Hospital Álvarez. Cuando empecé el trabajo sexual le tuve que contar la verdad a mi mamá porque traía a casa el equivalente a tres sueldos por semana”, añadió.

Laura tuvo además un restaurante, un kiosco y un negocio de telas, que con la crisis de 2001 tuvo que cerrar. Explicó que desde ese año decidió volver a la esquina. “Con mis hijas decidí hablarlo de entrada, porque gracias a ser puta tengo mi autonomía. Trabajo el fin de semana y puedo estudiar. De lunes a viernes, mi militancia; atender a mis compañeras, tratar de darles una mano. Por eso mismo uno elige ser trabajadora sexual: el trabajo sexual es autonomía”, concluyó.