Este miércoles la Cámara de Diputados de Uruguay refrendó el proyecto de ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, luego que fuese aprobado hace una semana en el Senado.
La legislación fue aprobada con 71 votos a favor de un total de 92 parlamentarios presentes en la sesión.
Uruguay se convierte en la décimo segunda nación en adoptar la Ley de Matrimonio Igualitario y la segunda en Latinoamérica después de Argentina.
La ley entrará en vigencia a los 90 días de su promulgación, en cuyo plazo el Poder Ejecutivo dictará la reglamentación respectiva.
MODIFICACIONES EN EL CÓDIGO CIVIL
La nueva reglamentación plantea la irrelevancia de la identidad de género u orientación sexual en la unión matrimonial y establece numerosos modificaciones al Código Civil que remiten al lenguaje y establecen los derechos y obligaciones para "los esposos cónyugues" en sentido genérico.
Entre los cambios más significativos de la ley se destaca la modificación de la edad para casarse (16 años para ambos sexos), la voluntad de cualquiera de los cónyugues como causal de divorcio y el adulterio definido como el mantener relaciones sexuales con personas del mismo o diferente sexo, la manutención de parte de quien produzca la separación, la habilitación de la adopción entre parejas homosexuales y la eventual modificación del orden de los apellidos en parejas heterosexuales.
CAMBIO DE PERSPECTIVA
Para activistas de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero) de Uruguay, la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario representa "la piedra fundamental de un cambio de visión sobre nuestra sociedad".
Según Michelle Suárez, de Ovejas Negras, colectivo de la comunidad LGBT, "Een Uruguay tenemos una visión sumamente fundamentalista, homogeneizante. Partimos del hecho de que existe una suerte de moral hegemónica con la cual clasificamos prácticas y conductas".
Para la abogada esta ley "lo que va a hacer es empezar a cambiar esa perspectiva", aseguró.
"La sociedad uruguaya es totalmente heterogénea y debe ser reconocida como tal. Por tanto, no existen utopías únicas a imponer, sino, a lo sumo, un archipiélago de utopías, todas las cuales merecen espacio de desarrollo y deberían articularse bajo el principio de libertad", dijo Suárez.