Las múltiples sequías y el exceso de agua necesaria para apagar los intensos incendios forestales han causado una escasez sin precedentes. Ahora, estas regiones corren el riesgo de dejar de tener agua en tan solo unos cuantos meses.
El Día Cero, tal como se le ha llamado, marcaría el inicio del racionamiento de agua y sería el día en el que se cierren -literalmente- los grifos en las residencias, causando que muchos hogares y locales comerciales deban dirigirse a centros de recolección locales por agua.
La seguridad del agua es casi inexistente en muchas comunidades rurales. Diez ciudades corren el riesgo de quedar secas en los próximos seis meses si no llueve y si no se mejora la infraestructura de abastecimiento de agua. Ya ha habido consecuencias mayores como el riesgo de cierre de algunos locales comerciales y la desesperación de la población ha llevado incluso al robo de agua. Las temperaturas están 10 grados centígrados por encima del promedio usual y sigue habiendo 130 incendios forestales activos en New South Wales y Queensland, estado que más ha sufrido este año con el comienzo de los incendios estacionales, según los registros históricos.
Durante años, los gobiernos australianos han postergado las acciones de reforma climática -a pesar de la presión de los votantes por convertirlo en una política prioritaria- pues el crecimiento económico del país está íntimamente ligado a las exportaciones de minería de carbón. Esa pasividad se resaltó esta semana cuando le preguntaron a David Littleproud, el ministro responsable de la sequía y los desastres naturales, si consideraba que el calentamiento global provocado por los seres humanos había intensificado los incendios. “Es irrelevante si es por causa de los seres humanos o no”, le dijo Littleproud a la ABC Radio National Programm.
A pesar de haberse retractado tras unos días, el comentario del ministro refleja lo que ha sido una creciente división mundial entre los votantes y el gobierno sobre el cambio climático.
Aunque por mucho tiempo Australia se ha visto afectada por incendios forestales, sequías e inundaciones, el impacto adicional del cambio climático global es el que ha convertido la escasez de agua en una realidad tanto en Australia como en el resto del planeta.
Ni una gota para beber
Australia no es el primer país en enfrentar un eventual Día Cero. En Brasil, São Paulo estuvo al borde del abismo en 2015 al igual que Chennai, la sexta ciudad más grande de India, a mediados del 2018. Sudáfrica también estuvo a punto de alcanzar su Día Cero el año pasado tras una prolongada falta de lluvia y una sequía particularmente fuerte que afectó la ciudad de Cape Town: el suministro de agua de la ciudad estuvo cerca de ser cortado mientras que su reserva de agua dulce se mantenía apenas al 13.5% de su capacidad total. De haberse puesto en marcha el Día Cero, esta habría sido la primera vez que una gran ciudad en tiempos modernos se queda sin agua.
El amenazante Día Cero en Australia está resaltando la necesidad de estrategias a largo plazo para la gestión del agua y para mejorar la cooperación a nivel global.
Los consejos locales están implementando medidas de emergencia con rapidez, las cuales incluyen capacidades de almacenamiento de agua y están considerando construir más plantas de desalinización. Pero algunos habitantes locales han resaltado que el almacenamiento de agua ha sido objeto de discusión por décadas, con resultados limitados.
Los científicos del Instituto Grantham del Imperial College en Londres y de la Universidad de Cape Town, quienes fueron coautores de una investigación sobre el Día Cero de Cape Town afirman que el cambio climático provocará que la escasez de agua sea cada vez más común entre la ciudades del mundo.
“El cambio en los patrones de las lluvias es una de las mayores causas de la escasez de agua y, con el cambio de clima, serán más frecuentes las sequías y las olas de calor”, explica Robbie Parks, investigador graduado y coautor de la investigación.
“El agua es tratada como si fuera un recurso infinito pero se necesitan tan solo dos o tres temporadas de sequía para desatar una catástrofe -Cape Town es el perfecto ejemplo de esto- así que debe haber un gran cambio en la forma en la que se está gestionando el agua”.
Demasiado caliente para manejarlo
El balance es preocupante pues el calor extremo de este año ha causado incendios forestales en España, Grecia y Estados Unidos, países que generalmente no eran afectados por los incendios estacionales. Las olas de calor también elevaron el mercurio a niveles históricos en los Países Bajos y Francia. En este último, el ministro de salud publicó estadísticas que demostraban un aumento de 1.500 en el número de muertes causadas por el calor extremo, en relación a años anteriores.
Más calor significa mayor demanda de agua y las amenazas a la seguridad relacionada con el agua parecen ser uno de los aspectos más preocupantes del cambio climático.
Estar preparados fue uno de los subtextos detrás del mensaje de advertencia del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) en agosto, cuando el centro de estudios ubicado en Estados Unidos publicó su informe, afirmando que un cuarto de los habitantes del mundo se enfrentarán a “una presión extremadamente alta a causa del agua”.
“Actualmente, estamos enfrentando una crisis global de agua”, le dijo a Reuters en ese momento Betsy Otto, director del programa mundial de agua del WRI.
“Es probable que haya más de estos ‘Días Cero’ en el futuro”.
Aunque la acción global sobre el cambio climático sufrió un significativo revés tras la salida de Estados Unidos en 2017 del Acuerdo de París, hay una nueva energía de base que da ciertas esperanzas para creer que puede haber un cambio a corto plazo.
Greta Thunberg, la joven activista climática, junto con grupos como Extinction Rebellion, están presionando a los gobiernos, llevando su mensaje desde las calles hasta las cumbres internacionales.
Sin embargo, lo que aún no tiene respuesta es si los cambios en las políticas que se han adoptado serán suficientes para frenar o posiblemente revertir el daño que ya se ha causado. De no ser así, más ciudades podrían correr el riesgo de enfrentar su propio Día Cero en un futuro cercano.