A las 6 de la mañana suena cada día el despertador de María Elena. Tras dar los buenos días a su esposo, abre las cortinas de la habitación de su hijo Juan y de su hija Daniela.
Debe vestirlos, darles el desayuno y preparar la mochila antes de ir al colegio y respectivos trabajos. Él parte y ella se hace cargo.

El cuidado de los hijos recae en la madre y después, en las abuelas, incluso, por delante del padre, según un estudio de la Universidad de Chile.

El último dato del INE señala que ellas dedican 2,6 horas diarias al cuidado de los menores, frente a 1,5 horas de ellos. Roles que influyen en los niños. “Ella aprenderá a asumir esas tareas y el niño a que no serán de su responsabilidad”, analiza desde la Fundación Observatorio Género y Equidad, Soledad Barría. “Algo está cambiando en el reparto de las tareas, pero el cuidado de terceras personas sigue siendo de la mujer”.

El 85% de las personas adultas dependientes son atendidas por mujeres, según el SENAMA. Y no suele ser un trabajo remunerado, sino que este rol lo asumen esposas, hijas o nueras. Actualmente, el 24% de los mayores de 60 requiere de otra persona, con una población de 2,4 millones que supera esa edad (según datos del INE del año 2011). La proyección es que aumenten a cuatro millones para 2025; las políticas sociales serán ahí más necesarias.

María Elena y su marido, Ricardo, usan uno de estos apoyos. Llevan a Daniela, y a su inseparable muñeca, a una sala cuna.
“Desde edades tempranas reciben estímulos” que ahondan en esa desigualdad de género, apunta la directora Ejecutiva de ComunidadMujer, Alejandra Sepúlveda.

Se refiere Sepúlveda a los juguetes, los colores de las ropas, los atributos que se les celebran (a los niños se les incita a ser arriesgado y exploradores; los de las chicas tienen que ver con la comunicación y el cuidado) y los estímulos para desarrollar conocimientos de matemáticas.

El último informe PISA ahonda en estas diferencias de género. Ellas obtienen mejores resultados en lectura; ellos, en matemáticas. Pero esta brecha académica no está vinculada a “diferencias innatas de capacidad”, asegura la organización, sino que es social.

En Chile, un 15% de las jóvenes elige “carreras duras”, relacionadas con la ciencia y la tecnología, frente al 52% de los chicos. “Tenemos la mayor brecha de género en rendimiento de matemáticas de los países de la OCDE”, afirma la presidenta de ComunidadMujer. Carreras más demandadas y mejor pagadas, “convirtiéndose en un predictor de los ingresos futuros”.

María Elena cobra $990.000 al mes. Ricardo, $1.700.000 (la desigualdad salarial promedio es de 33%), por lo que ella tomó la licencia por maternidad.“El código del trabajo carga los costos de la maternidad en la mujer”, dice Sepúlveda. De hecho, entre 2011 y 2013 solo el 0,27% de los padres recibieron un traspaso del postnatal, según Suseso.

Al leer estos datos debe tenerse en cuenta que son promedio y que existe otra desigualdad dentro del ámbito femenino. Por ejemplo, el desempleo en los deciles más bajos es 11 superior al de la clase alta.

Ambos son directivos en una empresa tecnológica, pero ella navega en un mundo masculino, pues todos sus compañeros son hombres.
Tener un cargo alto ayuda a ser mamá y trabajadora, según razona Soledad Barría, “porque puedes pagar apoyos para las labores domésticas y familiares”.

Pero solo un 5,4% de estos roles en Chile están desempeñados por mujeres; pese a que, según el informe PISA, ellas son más ambiciosas y esperan llegar más lejos. “Son necesarios apoyos sociales gubernamentales”, repite Barría, pero solo el 16% de nuestro Parlamento es femenino.

“Los comités ejecutivos con más diversidad de género son más efectivos”, refuerzan desde ComunidadMujer, “los liderazgos de las mujeres son más inspiradores, comparten poder, potencian el trabajo en equipo y tienen mejores habilidades comunicativas”.

Antes de quedarse embarazada, María Elena competía por un ascenso con otro compañero. Lo eligieron a él. Ahora, vuelve a darse la posibilidad, pero no ven con buenos ojos que, por ejemplo, el jueves a las 14:00 horas saliera a una reunión de padres en el colegio de Juan o que lleve a sus hijos a casa a las 18:00 horas, como lo hace en esta jornada que la acompañamos.
Hoy, previo paso por el supermercado, María Elena tiene que planchar la ropa de Juan para el día siguiente.

Ellas dedican a las tareas del hogar 3,9 horas al día; ellos 2,6 horas, según datos del INE. Mientras, escucha un programa sobre calidad de vida. Un conductor debate con cuatro panelistas. Todos hombres.

Después, se va a la cocina. Saldrá a cenar con Ricardo y su madre, Carola, cuidará a los niños, pero quiere dejarse la cena lista. La abuela tiene 75 años y trabajó unos 20 años en una tienda. Ahora, recibe una pensión que es el 65% de lo que cobra su marido.
Maneja su marido, quien la deja frente a la puerta del restaurante mientras estaciona. Antes de entrar, María Elena pasa al lado de dos hombres que le lanzan besos y miran lascivamente.

El acoso callejero afecta a las mujeres desde los 14 años. En un 90% de los casos son silbidos, besos o bocinazos, según el Observatorio Contra el Acoso Callejero.

Piden un agua con gas y una cerveza mientras miran el menú. El camarero pone el alcohol a él y ellos tienen que cambiar los vasos. Al terminar, María Elena saca el bolso y pide la cuenta. El camarero la deja frente a él.

María Elena no tiene apellido. Tampoco nombre. Es un personaje ficticio cargado de realidad. Un ejercicio para darnos cuenta de cómo nuestro día a día está repleto de desigualdades contra la mujer. Nuestra protagonista no existe. ¿O sí? En cada casa, en cada oficina y en cada colegio vive una María Elena. O varias. Mujeres y niñas que libran una carrera de obstáculos. Hagámoselo más fácil.

8 de marzo. Día de la Mujer. Contra las desigualdades de género.

Ilustración: Christián Rojas

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