El próximo 5 de febrero, investigadores de la Universidad de Chile iniciarán una expedición en la Antártica para poder estudiar y monitorear la inusual actividad sísmica que se ha incrementado en el último tiempo en la zona.
Los expertos buscan entender la secuencia de más de 30 mil temblores ocurridos en el Estrecho de Bransfield desde fines de agosto del 2020 y cuál sería la relación con el reciente terremoto de 7.1 ocurrido el fin de semana pasado, siendo este el mayor evento registrado en la Antártica en los últimos 70 años
La finalidad de dicha iniciativa, organizada por la Universidad de Chile, a través del Programa Riesgo Sísmico (PRS) y el Centro Sismológico Nacional (CSN), y el Instituto Antártico Chileno (INACH), es que el país vuelva a tener equipamiento sismológico propio en la Antártica
Tras la seguidilla de sismos en el área, se logró identificar un importante incremento de la tasa de deformación de la corteza en más de un orden de magnitud, pasando de sólo algunos milímetros por año a cerca de 15 centímetros por año. Por su parte, en solo cuatro meses, hubo una medición de un desplazamiento de 5,5cms, en dirección noroeste.
El equipo de la expedición está compuesto por los investigadores del PRS Sophie Peyrat y Patricio Toledo, y por Rodrigo Sánchez del CSN. Ellos están cumpliendo cuarentena en Punta Arenas antes de viajar a la Antártica e iniciar el estudio que partirá con la instalación de instrumentos geofísicos, entre ellos estaciones sismológicas, en las bases Profesor Julio Escudero, Capitán Arturo Prat y General Bernardo O'Higgins, lo que permitirá al país volver a contar con equipamiento sismológico propio en la Antártica.
El objetivo de la expedición es comprender este aumento de la tasa de deformación observada y la anómala actividad sísmica. Estas medidas de la deformación de la corteza, obtenidas con tecnologías satelitales, se parecen a la situación que fue observada por los sismólogos de la Universidad de Chile con anterioridad al terremoto de Antofagasta de 1995 y de Maule de 2010.
Simulación del tsunami
El epicentro del sismo del sábado 23 de enero se localizó en el mar, a unos 200 kilómetros de las Islas Shetland del Sur, específicamente en una zona de mayor profundidad del océano (~1800 m), por lo que la posibilidad de generar un tsunami no debía descartarse.
Por esta razón, el equipo de expertos en Tsunami del PRS, liderado por el investigador Mauricio Fuentes, señaló que la magnitud del sismo, en torno a 7.0, permitió realizar de forma inmediata una simulación de la propagación de tsunami, con el fin de verificar si este terremoto representaba o no una amenaza a las bases cercanas en territorio antártico.
Así, considerando una fuente sísmica de 42 km de largo por 23 km de ancho, a una profundidad de 11.5 km, y con un desplazamiento promedio de 1.4 m, se pudo obtener rápidamente una estimación teórica del tsunami.