La inexplicable recuperación médica de un niño chileno permitió que este sábado España tuviera un nuevo beato de la iglesia católica.
Hace 11 años el obispo Álvaro del Portillo cambió la vida del niño chileno José Ignacio Ureta, por eso ahora él quiso devolverle la mano y estar presente en la ceremonia de beatificación del primer sucesor de monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.
La historia que los une se remonta al año 2003, cuando el pequeño nació prematuro y con dos malformaciones, una de ellas en el corazón. Tenía 22 días de vida cuando presentó una falla cardiaca generalizada que los médicos intentaron frenar con reanimación.
Pese al oscuro pronóstico, su madre tomó la decisión de orar con fuerza al obispo Álvaro del Portillo, fallecido en 1994, sacerdote al que se encomendaba desde hace algunos años.
Fue así como José Ignacio salió de su estado crítico y pudo pasar con éxito otras seis cirugías. Por eso en el 2007 la familia decidió llevar este caso al Vaticano para presentarlo como un milagro atribuido al obispo español.