Era diciembre de 2013 y una joven paraja se preparaba para recibir a su primer hijo, pero nada salió como esperaban.
Al momento de llegar al centro asistencial donde nacería su bebé, se percataron que el examen que detecta el VIH en las embarazadas no estaba realizado.
Este análisis, que debería ser de rutina, según el complejo hospitalario "no se controló durante el embarazo", por lo que debieron realizar un test rápido que -en ese momento- fue lapidario: VIH positivo.
Desde ese momento, el nacimiento de Joaquín tomo otro tinte. El niño, por ejemplo, no pudo tomar leche materna, a raíz de los protocolos que la autoridad sanitaria tiene para tratar este tipo de enfermedades.
Los test rápidos de VIH suelen arrojar falsos positivos, los cuales llegan a un porcentaje del 40%. Tres meses después, recién el laboratorio de la clínica donde se realizó el parto entregó el resultado definitivo: no había rastros de la enfermedad en ninguno de los padres.
Foto: TVN.